Thriller psicológico este que nos ofrece Martín Cuenca, con una muy cuidada estética, con unos exteriores de Sierra Nevada excelentemente cuidados, de unos parajes austeros, fríos y rocosos como el alma de su protagonista, Carlos, un excelente y respetado sastre de Granada.

Parece que la película va a tratar de un asesino en serie, de un hombre que busca a atractivas mujeres a las que pone fin a su vida para realizar, dentro de su psicopatía, una especie de comunión católica como si de una celebración cotidiana realizara, con su vino y su carne, como una misa, como un acto religioso que se alarga en el tiempo.

Martín Cuenca nos ofrece silencios, a veces largos y extenuantes, siempre excesivos. Silencios para ver la vida pasar, la de Carlos y la de su oficio, la de su soledad, sólo rota por el sonido apagado de una emisora de radio.
Y a través de esos silencios se agiganta la figura de Carlos, del actor que interpreta al caníbal, un Antonio de la Torre que logra con sus expresiones contarnos su historia, su pasado, su presente y más allá, su futuro, como una certeza, como una liberación, como una comunión, como una penitencia.

Sólo le saca del silencio la presencia de Nina, de su hermana, de su vecina rumana, interpretada por la atractiva Olimpia Melinte, algo material y humano, algo que podría sacarle de su soledad, de su monotonía, de su rutina, de sus silencios.

Película de autor, cine intimista.

Me ha sorprendido y me ha gustado. Notable, 7.