Es una verdadera sorpresa esta producción de serie B dirigida por el prolífico e incombustible William Castle sobre un productor de Nueva York que va a Hollywood buscando un estudio donde hacer sus películas y queda fascinado por la oscura historia del asesinato de un mítico director de cine mudo, cometido veinte años antes, en 1929, en el mismo estudio y que nunca pudo aclararse. Ello le decidirá a llevar a la pantalla la historia al tiempo que trata de averiguar qué es lo que realmente sucedió, lo que le permitirá ir conociendo a toda una serie de personajes del mundillo del cine y meterse en numerosos problemas y peligros. Con unos escenarios y localizaciones magníficos –y hasta algún pequeño cameo como el de Joel McCrea-, un más que competente Richard Conte como protagonista y la bellísima Julia Adams, se desarrolla con inesperada brillantez y en 75 aprovechadísimos minutos esta breve y refrescante película. Una pequeña delicia sin colorantes ni conservantes a la espera de un fino paladar que le haga justicia. Recomendable.