“Hud” da nombre a un tiparraco sin principios ni moral, interpretado por un gran Paul Newman en un incómodo y desagradable papel, un estudio de carácter sin moralinas ni transformaciones morales, sin aprendizaje, en un melodrama ataviado como western contemporáneo, seco y áspero pero deslumbrante, basado en la novela de Larry McMurtry -de otra de sus más famosas novelas saldría “The last picture show” (1971) de Peter Bogdanovich, así que háganse a la idea de por dónde van los tiros-. El fantástico director Martin Ritt con un estilo descarnadamente realista es capaz de mostrar con igual brillantez y sostenida contención tanto la difícil y tensa relación entre padre e hijo, como la bonita relación de admiración entre nieto y abuelo. Entre sus muchas virtudes Ritt era un gran director de actores y ello queda demostrado en el excelente trabajo obtenido no sólo por Paul Newman sino también por el veterano Melvyn Douglas y, sobre todo, por la soberbia Patricia Neal -ambos obtendrían muy merecidamente el Oscar-. Incluso el poco expresivo Brandon De Wilde -“Vuelve, Shane!”- consigue estar a tono aportando la joven e inocente frescura a este despiadado retrato del desolado y polvoriento paisaje del vacío, de sus rudas gentes, nada sentimentales y crueles y en el que excelsa fotografía de James Wong Howe la eleva a la categoría de clásico contemporáneo -también obtuvo un Oscar-. Muy buena.