Una película que se ve con el corazón y, como la fina lluvia, cala hasta los huesos, empapándonos hasta darnos cuenta que en realidad lo que nos moja son nuestras propias lágrimas.

La historia la dirige un mago, alguien que instruido por un don extraordinario, convierte todo aquello que nuestros sentidos no perciben en algo mágico, visible y audible.

Una paradoja en la que encontramos nuestra propia humanidad, encarnada en la figura de un niño que ninguno de nosotros merecemos. Alguien que lucha por otra persona, su hermana, en el mejor ejemplo cinematográfico de lo que significa amor.

Lo esencial es invisible a los ojos. Sin embargo, gracias a ellos podemos VER un prodigio de sensibilidad y belleza, descubriéndola amargamente entre la destrucción y la muerte.

Y sin embargo, vivimos.