Un cajero sospecha que un hombre disfrazado de Papá Noel planea atracar el banco donde trabaja.

Creo que nunca pasa un año entero sin que regrese a esta película, por la que cada vez siento mayor aprecio. Elliott Gould encarna magistralmente a un individuo apocado, callado, cerebral, de los que se esfuerzan por mostrarse siempre amables. Es de esa clase de sujetos que disimulan el vacío existencial coleccionando cosas (peces, en este caso), leyendo manuales de ajedrez, o comportándose seriamente.

La vida se convierte en una trampa. Comes, bebes, duermes. Cumples horas en un trabajo monótono que no te aporta ni un gramo de satisfacción. Visitas a tu padre moribundo en la residencia. Regresas todas las noches a tu apartamento donde únicamente te esperan tus peces, quienes flotan también en una cárcel. Esperas, ingenuo, una oportunidad de empezar de nuevo; sueñas con una ocasión para escapar.

El guion de Curtis Hanson plantea una intriga que no desfallece, ahonda en la psicología del personaje, nos introduce en un juego mortal entre el criminal y la presunta víctima. Gould mide cada gesto, muestra sólo lo suficiente para que intuyamos lo que pasa por su cabeza. Christopher Plummer da mucho miedo. Una dulce Susannah York nos conquista. Céline Lomez deslumbra. En un papel secundario nos encontramos con John Candy, embarcado en una simpática subtrama.

"Testigo silencioso" es un thriller setentero que envejece como el buen vino. Gana matices con cada visionado. La redención de un sujeto muy solo, al que todos consideran un muermo, es el tipo de cuento navideño que a uno le gusta escuchar de cuando en cuando.