Es mi película favorita, y me resulta imposible escribir nada que le haga justicia. Si tuviera la capacidad para hacerlo, seguramente les hablaría de Orson Welles, el villano más carismático de la historia del cine, inteligente, seductor, cínico y malvado; les hablaría de Joseph Cotten, un perdedor nato, escritor de novelas del oeste, bebedor, débil y algo romántico; les hablaría de Alida Valli, una mujer triste y misteriosa; les hablaría de la música de Anton Karas, del guión de Graham Greene, de la escena de la noria, de ese final tan desolador y hermoso, de la persecución por las alcantarillas, del gato que sólo juega con Harry Lime, de las sombras que asolan las paredes de una Viena en ruinas, de la despedida en la estación de tren, de los turbios negocios de la posguerra, de la primera aparición de Welles, del teatro, del amor imposible de Holly Martins, de las lágrimas de Anna Schmidt, de la sonrisa de Harry Lime, de Harry Lime...