No me gustan las películas demasiado oscuras. Que le vamos a hacer. Todos tenemos nuestros vicios. Pero siempre los vicios tienen debilidades y momentos flojos. Pues con las películas oscuras me pasa eso; normalmente no me gustan, pero hay un par de excepciones que me sulibeyan, y aunque no está a la cabeza de esas pocas, si es de las más importantes.

Y es que pienso, especialmente en las películas de acción, todo debe verse claro. Es tontería dejar un ángulo oscuro para que de pronto suban el volumen de la música de tensión y aparezca lo más tenebroso posible. Que lo insinúen y causa mucho mejor efecto. Y en las películas de acción, esta máxima debe cumplirse. Más, si cabe. Las galletas con luz entran mejor.

Por suerte Mr. Proyas no piensa como el menda y hace que a veces me coma mis palabras. Puedo asegurar que fue un placer comprobar que estaba en un error. Y es que esta maravillosa película cautiva, ya no por la idea, que entiendo pueda ser considerada del montón, pero si por como lo enseñan. Cada plano es delicado, cada frase de guión esta enhebrada a los personajes y al momento con precisión de relojero. Además, los personajes tienen un poderoso carisma aparte de una maravillosa coherencia, cosa no siempre fácil de tener. Pues el cuervo la tiene. Cojonudo, ¿no?

Y las coreografías en el combate: ¿Qué me dices de eso? Son brutales. Maravillosas. Mr. Lee Jr. ha sido capaz de mostrar perfectamente el poderío del personaje. Es capaz de mostrar solo con la pose, lo superior que es a los enemigos, y que aún encima, nada ha de perder en el peor de los casos. Solo puede ganar… lo que viene a ser postar sobre seguro.

De lo que no hay duda es que no sorprende el desarrollo; en todo momento se sabe que es lo que va a ir ocurriendo, pero es el camino natural del film: cualquier otra cosa sería el peor error posible. Aunque fuese por miserables matices. Es como para hacerle rezos rituales a Mr. Proyas por el don concedido.

Es maravillosa. Incluso si la ves sin el morbo de Mr. Lee Jr. muerto.

Yo me enteré después.