Se cimienta en un reparto actoral sólido, con una calidad claramente definida en sus protagonistas que defienden sus personajes con resolutiva ambición. El guion se rige por la espera, una espera llena de incertidumbre y llena de reminiscencias que logran mantener una atmósfera de incertidumbre y agobio sin un fin claro que demuestre que todos los miedos son infundados. Todo explota en la cara a unos personajes que, si bien parecen planos, sienten y llevan esos sentimientos al máximo nivel, llenando de contradicciones su pasado, su presente y su futuro. Lo que se antojaba simple logra mostrar los recovecos de unas vidas marcadas por el abrupto dolor y cómo enfrentarse a el desde distintas formas pero también con distintas metas. El fructífero uso del espacio y de las líneas argumentales (con alguna subtrama liviana pero entendible) llevan al espectador a un acoplamiento de sus personajes, a un conocimiento solemne que haga equilibrar la balanza de la crítica... hasta el punto de llevar a la palestra los temas básicos del guion: la amistad, la fidelidad y el respeto...