Vemos como se nos acerca las intrincadas vidas de palacio, tan crueles, instintivamente agrestes y retorcidamente oscas que obnubilan la mente de cualquier espectador. La naturalidad con la que aceptan el veneno sus protagonistas sacia las necesidades de la búsqueda del porqué. El la ley del más fuerte. Es la ley de la supervivencia, donde hasta el último personaje crece y se manifiesta con esa bilis cómica y violenta que atrapa. Yorgos Lanthimos crea una visión caleidoscópica de ese mundo, atufado pero intenso. Enrevesado pero creíble. La lucha de clases, de personas y de poder se convierten en una lucha de interpretaciones... o viceversa. La naturalidad, la maldad y las exigencias de un status salen de la mirada triste y tensa de sus actrices. Esa clase magistral de enfrentamientos actorales aumentan la calidad de un guion plasmado con calidad. Una fotografía y secuenciación de planos y tramas con gancho. Diseminación de pequeños giros dramáticos que pica en la curiosidad de un espectador deturpado. El final es claro... no hay vencedores ni vencidos, solo supervivientes que no siempre son los más felices. Además, con ese guion podemos no solo contemplar las vicisitudes de la corte, si no esa lucha de poderes sociales, de género, económicos, políticos y hasta de clases. Una multicausalidad que amasa a unos personajes complejos, con aristas definidas pero cada una más cortante que la otra.