Lo maravilloso de ese regreso a la Ítaca particular de Tairo llena corazones por la recreación y apertura sentimental de un personaje, de una personalidad que rebosa vida y que con sus necesidades livianas representa una forma de ser, una actitud vital llena de fuerza. Tizza Covi y Rainer Frimmel tienen la osadía de presentarnos, de forma clara, concisa y directa una energía vital, todo un mundo, con ese estilo atroz en sus realismo, chispeante en su objetividad, y escarpado en su formalidad. Técnicamente la cámara viva desatay libera a una película que no era esperable en esa formalidad, pero que añade ese toque de crudeza a una búsqueda, a un anhelo que se convierte en metáfora de su exploración personal e intimista, de encontrar lo que se es con la representación de sus valores e ideales expresados en sus personajes. El guion disemina de forma clarividente una extensa diversificación de intensas personalidades que conforman una experiencia vital para el personaje central, que explican sus miedos, sueños, realidades y necesidades, es un viaje a su interior de forma externa, esos siete infiernos dantescos pero expresados en sus allegados, todo para alcanzar el equilibrio. La química que desprenden los personajes ayuda a vivirlos y compartirlos en sus incompletas personalidades, humanizan una forma de vida a través de una forma de ser. Un trabajo complejo de espejos y pseudorrealidades.