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España España · Granada
Voto de Kikivall:
9
Drama Una pequeña ciudad alemana, poco tiempo después de la I Guerra Mundial. Anna va todos los días a visitar la tumba de su prometido Frantz, caído en la guerra, en Francia. Un día, Adrien, un misterioso joven francés, también deja flores en la tumba. Su presencia suscitará reacciones imprevisibles en un entorno marcado por la derrota de Alemania. (FILMAFFINITY)
9 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Primera Gran Guerra fue una guerra siniestra y cruel, no apta para espíritus sensibles. Una guerra para la reflexión y la profundización sobre muchos de los males que nos aquejan, aún hoy día. Dolencias y serios problemas sociales como los nacionalismos de diferente pelaje, el patrioterismo inútil en un mundo global, la violencia sectaria, la destrucción o el horror de tantas personas inocentes que sufrieron persecución y marginación.

El prolífico François Ozon vuelve a cambiar de registro para retrotraerse al final de la I Guerra Mundial, adaptando la obra teatral de Maurice Rostand, L’homme que j'ai tué (“El hombre que yo he matado”) (1925), de la que Lubitsch ya hizo su adaptación al cine en su obra Remordimiento (1931), un remake de la obra de Lubitsch en la que Ozon se inspira de manera libre, en forma de melodrama antibelicista y romántico. Empero, éste es un trabajo esencialmente ozoniano.

La música de Philippe Rombi juega un importante papel narrativo y simbólico que acompaña con gran fortuna a la narración y a las imágenes. La fotografía de Pascal Marti es bellísima, en blanco y negro, con esporádicos subrayados en color: severidad germana. Ambientación primorosa, muy buena puesta en escena.

En el reparto Pierre Niney, en un personaje que acumula intriga, debilidad y encanto está muy bien. Pero resalta sobre todo la casi desconocida Paula Beer, que brilla con el esplendor de una actriz consagrada.

La obra de Ozon aborda diversos y complejos aspectos humanos de una envergadura impresionante, reflejando un mundo sinuoso, un relato intenso, elegante, desbordante de sensibilidad y de ritmo pausado, un auténtico placer estético que envuelve un intenso drama. Sin olvidar el ferviente pacifismo, ese grito contra la maldita guerra. Todo ello recuerda cuán cerca está el nacionalismo del fascismo, los peligros del fanatismo mediocre.

Acerada cinta en blanco y negro, y en este tono que Ozon compone una tragedia dura y cruda que bordea todos los precipicios posibles. El producto es una de las mejores películas del gran director germano que ya posee una filmografía que apunta un largo recorrido por venir. Desasosiega, conmueve y también hace pensar sobre el género humano, sus aspectos loables y sus miserias.
Kikivall
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