Robert Redford vuelve a la dirección con la añoranza de revivir una trama legendaria de su incansable historia nacional como sólo los estadounidenses saben hacer, pues cualquier otra nación estaría "harto de vino" de tan infatigable volver y volver y volver. Un trabajo muy completo, con una clásica fotografía muy bien elaborada -aunque rayando el punto del exceso-, una caracterización y un saber estar de las grandes cintas añejas, con unas sobrias y concisas actuaciones de una lista de actores que deslumbran junto al nombre del director..., y muchos piropos más; con el inconveniente de que la intriga que se muestra, la urdimbre que se cuece y que debe impactar al espectador tanto o más que todo lo acreditado no llega a ser para tanto; una injusticia realizada en nombre de un bien mayor, en pos de una gloriosa nación que está por encima de cualquier honrado ciudadano. Le falta pasión, interés a dicha conspiración; no ser de tan gran flacidez sino mostrar más osadía en sus pretensiones. Una casa muy preciosa cuyos pilares no se sostienen por sí solos pues hacen gala de una falta sólida de material de mayor calidad