Además de dar a conocer lo duro que es llevar una granja, por más que aquí todo esté muy preparado antes, la serie es muy buena por muchas razones. La primera, la galería de personajes, desde Clarkson hasta el mejor, el joven Kaleb, un prodigio de espontaneidad. O Gerald, al que no se le entiende y todos hacen como si lo entendieran.
Exagera, pero no mucho, las trabas de la burocracia, que más que ayudar entorpece.
“Productos no ecológicos” (cuando en realidad lo son y mucho). “Sí, no hay comida para vegetarianos”.
O cuando dicen que tenemos lo que hay que poner siempre en un programa de televisión: un negro, un homosexual, uno en transición…
Y, por otro lado, un amor por los animales que llega, en momentos, a conmover.
No me imagino que nadie en España se atreva a hacer un programa como este. Los ingleses son especialistas en reírse de sí mismos, una de las cosas más sanas del mundo.