Es la cuarta vez que veo esta película, que es una inyección de optimismo. También porque admiro, póstumamente, el talento de José Luis Ozores, un actor que no parece que interpreta, de lo bien que se mete en el papel. Irradiaba una simpatía natural. Su monólogo en esta obra ya lo quisieran las decenas de monologuistas que hoy en la tele se la dan de graciosos sin serlo.
Y al lado de Ozores un niño que se llama Miguel Gil y que solo hizo dos películas más. Por si fuera poco, Manolo Morán y Julia Caba Alba, que podían hacer lo que quisieran, siempre bien. La chica es Encarna Fuentes, guapísima, que solo hizo cine en los años cincuenta, si no me equivoco.
Película emocionante, sencilla, contada con una pasmosa naturalidad por Pedro L. Ramírez, en su mejor obra junto a El tigre de Chamberí.
Cuando se esté triste, véase esta película.
¡Ah! Y una casi obsesión mía y de otros en FA: a estos actores y actrices se les entiende, aunque la toma de sonido tenga más de sesenta años. Cosa que no ocurre en películas de hoy mismo. Quienes trabajan en la industria del cine deberían hacer un máster en cine español antiguo. Aprenderían mucho.