Es lógico que Danny Glover no quisiera que este pollo entrase en su tienda. Hay que ver la que le lía al pobre hombre. Qué estomagante, el jodío.

Unas de las experiencias más gratificantes que he tenido la suerte de vivir en los últimos años (cinematográficamente hablando) ha sido dar con la prodigiosa imaginación de Michel Gondry, cineasta creativo y sorprendente, que realiza sus películas sin ningún tipo de consideración hacia los formalismos establecidos y se desmelena soltando a raudales ese talento suyo tan especial y único.

“REBOBINE, POR FAVOR”, dan ganas de gritarlo. Tira pa’ tras. Venga. Quiero volver a ver “Olvídate de mí”, quiero “La ciencia del sueño”. Esta no me gusta. Esta es cargante.

Es reconocible el sello del autor, la verdad es que la historia destila imaginación por los cuatro costados, pero aquí algo falla. Creo que según va avanzando el metraje, la idea, que es buena, se va transformando en machacona y la magia de Gondry muta en gracieta barata para adolescentes. A esto contribuye, sin duda, el amigo Jack. Qué estomagante, el jodío.
Y aunque la historia tiene momentos de ese encanto inclasificable, marca de la casa, se vuelve pegajosa y cansante. Sobre todo cuando está en plano el amigo Jack, ya que aquí Gondry no ha sido capaz de contenerlo, como supo hacer en su día con Jim Carrey. Qué estomagante, el jodío.

Tal vez, aquellos que no hayan visto ninguna película de este autor se sorprendan con ésta y la disfruten… Pero este no es mi caso.