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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
7
Drama El señor Shi es un viudo jubilado que vive en Pekín. Cuando su única hija Yilan, que reside en Estados Unidos, se divorcia, va a visitarla a la pequeña ciudad en la que trabaja como bibliotecaria. Su intención es estar con ella hasta que consiga rehacer su matrimonio. Sin embargo, cuando él insiste en conocer las causas del divorcio, su hija empieza a evitarlo. (FILMAFFINITY)
6 de noviembre de 2007
28 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que si las películas fuesen árboles, "Mil años de oración" sería un bonsái. Estamos, pues, ante una delicada miniatura tallada con cariño y precisión, que reclama de nosotros una pausada visión contemplativa.

A través de la sencilla historia del anciano chino que llega a Estados Unidos para estar con su hija recién divorciada, Wang nos habla, con una ética y una estética muy próxima a Ozu, del deseo, o la necesidad, de comunicación que choca con la brutal realidad de la incomunicación.

Los encuentros en un banco del parque del protagonista con una anciana procedente de Irán, también con problemas familiares, nos ofrecen un ejemplo de comunicación profundamente humana, más allá de las fronteras, las ideologías y las lenguas, (imprescindible la versión original al manejar la película diversos idiomas) que me ha recordado la conmovedora empatía entre los dos ancianos de "Solas". En cambio, la relación con la hija, donde los silencios, las evasivas, lo no dicho, los malentendidos, toman la palabra, nos muestra el otro lado de la moneda.

Cabe destacar las excelentes interpretaciones, así como la planificación siempre significativa de Wang, en la tradición de los grandes creadores, donde la forma crea el fondo. Si Hitchcock en "Los pájaros", jugando con la profundidad de campo, hace un movimiento de cámara aparentemente innecesario cuando la madre habla por teléfono, cuyo resultado es mostrarla en primer término en el centro del encuadre y, detrás, muy pequeños, Tippi Hedren y Rod Taylor, uno a cada lado (es decir, la madre "dominante", cual muro que se interpone entre los dos enamorados), aquí Wang incluye en un momento dado un "imposible" plano general del interior de la casa, con padre e hija cada uno en su habitación, separados por el tabique.

De momentos así, donde el cine se expresa con sus armas más sutiles, está llena la película, que reniega en cambio de artefactos más convencionales para lograr la emoción (las "grandes escenas con violines de fondo"…). El resultado es una emotividad suave, que penetra en voz baja, casi sin notarla, y que, al menos a mí, me provoca el deseo de volver a ver la película para saborearla de nuevo y descubrir nuevos matices.
Quim Casals
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