Genial la escena en la que un tío caracterizado como jugador hierático y de apariencia imperturbable (Bill Camp) pierde los papeles y pierde todo su partimonio en una sola noche. Se ofrece un estudio de lo más preciso, se explica el por qué de cada paso, qué caracteriza la conducta de un jugador experto y qué a un jugador que no sabe jugar. Y esto es para un entusiasta de Texas Hold'em resulta un espectáculo fascinante, no hay muchas películas de juego que diseccionen manos de forma tan minuciosa, o si lo hacen todo se antoja demasiado palomitero (que tampoco malo o desagradable, bajo mi punto de vista). La conclusión es que todo juego con dinero de por medio se encuentra a un paso de la ludopatía para el implicado, máxime si hablamos de semejantes cantidades, ya que la consecuencia de ello es que atrae a perfiles a los que en realidad no les gusta el juego, sino la perversa posibilidad de poder destrozar vidas. Las explicaciones en voz en off las encuentro muy adecuadas, ya que son útiles, con un oportuno deje de sarcasmo, así como incesantes, por lo que el entretenimiento está asegurado ya que al espectador no le da tiempo a aburrirse en las dos horas y veinte que dura el filme.

Es una película que atraerá a los que gusten de las matemáticas y el mundo de los negocios, por sus acerados diálogos, conductas arrogantes, frías e imprevisibles, por las respuestas rápidas e ingeniosas de sus personajes. Es un deleite sentarse a observar a gente física e intelectualmente atractiva emprender batallas psicológicas y luchar por sus intereses, aunque la propia cinta se encargará de hacernos ver de que tampoco son tan perfectos, ni ellos, ni sus vidas, como un principio parece que se nos quiere hacer ver.

Otra razón por la que esta película tanto es que lo analiza y disecciona todo, por ejemplo las tácticas que empleaba Molly para vender o cobrar botellas a un importe mayor cuando al principio trabajaba de camarera, a muchos a lo mejor les podrá parecer irrelevante pero precisamente son escenas como esas las que me atrapan cuando veo una película.

Y la intervención del personaje de Kevin Costner, que ejerce de padre de Jessica Chastain (más deslumbrante que nunca, por cierto, además la sacan con unos modelos que... ¡menudo pibón!) es el broche de oro, al igual que la escena en la que Jessica no puede pagarse un gofre en un puesto callejero, ya que todo el dinero lo tiene embargado y trata de hacer un trueque ofreciendo sus guantes de cuero de ochenta dólares a cambio.