El clan. Lejos de aquí. Familia. Matanza en Texas. Encrucijada. Holocausto canibal. Road to Hell.

Mientras que la primera mitad no es demasiado interesante, la segunda es una miscelánea de asquerosidad, crueldad y acción nada desdeñable.

El mundo sin animales es lo más parecido que puede existir al inferno sobre la faz de este planeta. No hay diversidad ni comida, por lo que cada ingesta de carne humana se convierte en una ceremonia. Los residuos tóxicos producen deformidades físicas y atrofia la capacidad cerebral, simplificando la esencia del ser humano a su vertiente más básica, esto es comer (solo carne y sus derivados; organos, guisos de tendones y cartilagos correosos, -escudriñaba yo si veía alguna verdura o patata en esa cazuela, pero no me pareció ver otra cosa que fragmentos de tejido humano-, ¡hasta los chupetes de los recién nacidos son huesos!), el sexo (furtivo y violento, deshumanizado) la caza (el único deporte o distracción existente), el gusto por la violencia (con la disminución de la capacidad craneal, los sentimientos de identificación/empatía con el foráneo desaparecen), el aumento de la fortaleza física de las nuevas generaciones (consecuencia directa de una vida ruda y exenta de comodidades), y los estrechos lazos familiares como única esperanza para la supervivencia y reproducción en un paisaje boscoso contaminado por los tentáculos del capitalismo, los cuáles una vez más se ceban con los más humildes. Vemos que no todos tienen la posibilidad de emigrar y dejar unas tierras que desde siempre habitaron, que prefieren vivir, seguir creando familia y morir allí dónde fue su casa.

Reproduzco una escena de la película.

Está el monitor del concurso dentro de una cabaña cosiéndose los cortes que le ha provocado un lugareño deformado. El propietario es un anciano desdentado al que esta tomando un brebaje de un bote blanco de plástico que recuerda a los que se usan para envasar yogur líquido, pero algo te dice que ahí dentro puede haber cualquier cosa menos yogur líquido.

-¿A quién vas a volar, abuelo? (Señala al montón de cartuchos de dinamita que yacen amontonados dentro de un cubo que hay pegado a la pared.)
-Solo a las truchas. La dinamita las deja sin sentido. Quedan flotando como azucenas y yo las recojo.
-¡Qué linda esposa! (Señala a una antigua foto enmarcada que hay en la pared, en la que sale un hombre joven junto a una mujer oronda.)
-Sí, esa es mi Delilah. Fueron los años más felices de mi vida.
(Toma un trago.)
¿Sabes qué? Tienes mucha suerte, hijo de perra. Mucha gente entra en este bosque pero jamás vi salir a nadie. Yo nunca me adentro ahí.
-¿Cuántos de esos anormales andan por ahí?
-Es difícil saberlo. Más de los que viste, eso te lo aseguro.
-¿Qué son?
-Son como tú y como yo, hermano, solo que más feos. Y mucho más fuertes. Una vez atropellé a uno con mi camioneta, se puso en pie y seguió caminando. Los productos químicos los deformaron. La fábrica de papel cerró hace 30 años y dejó un estropicio... El veneno mató a todos los animales. Casi todo el mundo que vivía aquí se fue. Pero hay una familia que se quedó en este valle y muy pronto los bebés que salían de los vientres de la mamá eran tan feos como las truchas que tengo colgadas ahí afuera. Y ellos crecieron y tuvieron hijos. Salieron aún peores. ¿Vas a quedarte a comer algo? El pescado es feo, pero está muy rico frito.
-Muchas gracias, pero me tengo que ir.
-Si vas a buscar a tus amigos, más vale que lo hagas antes de que anochezca. No querrás andar por ese bosque de noche.
-¿Por qué te quedas aquí, anciano?
-Bueno, aunque quisiera jamás podría irme. Tengo que quedarme cerca de mis pequeñines. ¡Cabrón voy a matarte! ¡Mataste a mi hijito! (Se abalanza sobre él. Forcejean. El tipo duro consigue prender un cartucho de dinamita y colarlo dentro de los ropajes que lleva puesto el viejo, sale corriendo fuera de la casa y se tira al suelo. El viejo se lanza tras él con un rifle al grito de '¡Te enseñaré a dejar a mis hijos en paz!' y se desintegra explotado en el porche, quedando salpicado con sus vísceras todo lo que había alrededor, incluyendo los peces que se hallaban colgados secándose al sol.)
-Saluda a tu señora de mi parte.

No, si yo entiendo por qué la tenía con un diez.