Es aburrida, sí, pero solo justo hasta el momento en el que te duermes. La protagonista es muy atractiva, y su mejor amiga es clavada al Jonah Hill de 'El lobo de Wall Street' (yo diría incluso que los dobla al castellano la misma persona), por lo que agradezco el mensaje de integración. Narrada desde una perspectiva infantil, banal y pretenciosa, confía en que el espectador va a comulgar con la estupidez que encierra su vistoso envoltorio y levantará los pulgares arriba en señal de aprobación. Hay muchas vivencias, episodios, uno tras otro, pero no se ahonda en ninguno, la película es una atropellada sucesión de secuencias que se resuelven con giros simplistas, como sacados de la chistera, no habiendo una evolución razonada de los hechos. El ritmo es vertiginoso pero como lo que se cuenta es insulso, nos queda una película atorrante. Está diseñada así para que al espectador no le dé tiempo a pensar o analizar lo que ha visto, como muy bien apuntan por ahí. Yo sostengo que su éxito pasa por que el espectador no se dé cuenta que en realidad no hay nada sobre lo que pensar, que no se percate que le están intentando vender unas postales que ahora están de moda, pero que de cine auténtico, el que tiene una narración sobria, consecuente y razonada no tiene nada. Si quieres contar un drama adolescente, desarrolla el conflicto, no saltes de un tema a otro a cada momento, tratando de distraer al espectador con clichés gratuitos e idiotas. Y no, no es que la tenga tomada con el cine indie, pero si la historia no entretiene, no cuenta nada, aturulla, marea, saca de quicio con sus guiños y referencias de moda, presume de situaciones infumables, diálogos ñoños y sonrojantes (vale que son adolescentes pero todo tiene un límite), si nutre a los espectadores con pedantería de instituto, mentiras lamentables y postureo por doquier, no pienso decir que me ha gustado aunque tenga un 6,6 de media.