Admitámoslo, esto se rueda 20 años más tarde, y todos lo pondrían de telefilme para arriba. ¿Qué pasa, que porque se haya rodado en los 90 ya tiene que ser bueno? No es plan de dejar mal la filmografía de la década, pero esta película no me inspira gran cosa, bordea lo ridículo, y particularmente de este director, tengo alguna otra que me gusta más.

Lo más llamativo, es que, por una vez Bridget Fonda no es la que hace de tarada. Tan raro resulta que afinas la mirada en un afán de asegurarte que es ella la que da vida a esa especie de ejecutiva acomodada moderna e independiente, solvente, que viste con gusto, y de porte estiloso.

La película se ve sin demasiada dificultad, transformándose su atmósfera en una cada vez más opresiva con la evolución de los acontecimientos y con el paso de los minutos, pero no me resulta sugerente nada de lo que voy viendo en la pantalla, más bien todo al contrario, pues varias secuencias me parecen de lo más ridículas. Pero en eso reside el éxito de las intrigas sórdidas de los finales del siglo XX que basan gran parte de su metraje en el escenario de un recinto delimitado, como en este caso es bloque de pisos, del que se recalca nuestra atención en elementos que después vendrán a ser cruciales, en lo que se trata de crear una atmósfera inquietante. Aquí la cámara se fija un segundo más de lo debido en la palanca del ascensor en el cual las dos protagonistas se acabarían liándose a hostia límpia, en 'Falsa seducción' del mismo año y de misma clase, una figurita en el baño con forma de pirámide sería una contraseña clave, pieza sobre la cual se había reparado nuestra atención en el preludio de la premisa. Si radiografiamos el esqueleto de estas producciones, vemos que hay unas pautas que se repiten, no falla, y en este caso encuentro demasidos actos movidos por falta de lógica y pericia, que no son suplidos por las dosis de emoción e intensidad que se nos vende.