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España España · Málaga
Voto de Kaori:
5
Drama Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
18 de septiembre de 2015
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría empezar hablando de Alain Delon. De hecho, podría seguir luego con Alain Delon y terminar con Alain Delon. Entonces no diría nada de «El gatopardo», obra cumbre en la filmografía de Luchino Visconti. Si fuese atea o agnóstica, la mera existencia de Alain Delon me haría creer en Dios. No añadiré más porque me pierdo.

Creo que al ver esta película hay que tener en una mano un libro de historia y en la otra de ciencias políticas para entenderla en todos sus detalles y así darse cuenta de lo que propone, de lo que omite, de lo que pretende, en lo que acierta y en lo que se equivoca. Yo tenía a mi hermano mayor, que es un crack de estos temas, así que me iba aclarando algunos puntos que me hacían dudar. Con todo, es fácil darse cuenta, con un mínimo de culturilla general, que esta película falla en su mismo planteamiento. Nos presentan al Príncipe de Salina como un señor de alta alcurnia de bastante pasión, fortaleza y temperamento del que suponemos, y la historia quiere insistir en ello, que es un aristócrata conservador. Vale, entonces debería situarse por principios frente a la revolución. Sin embargo, hete aquí que en los primeros minutos se desvela que se adhiere a ella y la financia. De acuerdo, pero ¿por qué? No se explica qué pretende este señor tomando esa decisión en la que se reafirmará durante toda la película y será clave en determinadas situaciones en las que tendrá que posicionarse a favor o en contra de la nueva Italia. ¿Lo hace por miedo? ¿Por cobardía? ¿Por el interés general o propio? Cuando tiene la oportunidad de justificarse, insiste en que «todo tiene que cambiar para que todo siga igual», pero esto qué consecuencias prácticas tiene. ¿Es que no es consciente de la realidad? De hecho, es una postura bastante hipócrita y falsa.

Solo al final, en un interminable baile, a don Fabrizio le entra la nostalgia (¿de qué? ¿No sigue todo igual?) y se da cuenta de su inminente decadencia. Pero esta decadencia, ¿es real? Su miedo a la muerte, ¿tiene sentido a sus cuarenta y cinco años? ¿Se arrepiente de sus decisiones? Nunca lo sabremos. En mi opinión «El gatopardo» quiere ser mucho más tremendista de lo que la historia, por coherencia, lo es. Su mundo aristocrático, cuyos matices ha elegido a cada paso y sin que nadie le obligue, sigue hacia delante. Precisamente no es él quien pierde, sino los otros que se opusieron a la revolución y sí han tenido que renunciar a todo en lo que creen. Fabrizio, ¿en qué cree? ¿Qué idea íntima e inamovible ha hecho añicos? Ninguna. O no nos lo dicen.

Eso sí, «El gatopardo» tiene una preciosa fotografía y puesta en escena, además de una encantadora y cálida dirección de Visconti y un trío protagonista de escándalo. Al susodicho Alain Delon hay que añadir a una bella e inquietante Claudia Cardinale y a un Burt Lancaster soberbio.

Demasiado larga pero de bonito envoltorio.
Kaori
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