Primera película de la saga Roger Moore como 007, ambientada esta vez en el mundo de la magia negra y los poderes extrasensoriales. Sí, tal cual lo digo.

Sobre este actor quiero aportar una curiosidad que siempre me ha anonadado. Todavía recuerdo la polémica que se suscitó con la elección de Daniel Craig como nuevo James Bond a raíz de su cabello rubio, ya que argumentaban que nunca había habido un Bond rubio y siempre había sido moreno. Atónita, pensaba entonces en Roger Moore y su pelo claro y me decía si es que era la única persona que se había dado cuenta de este detalle. ¿O es que ese dorado no se considera rubio? En fin, una de esas noticia que surgen, se extienden y se asientan independientemente de su veracidad. Curioso, ¿no?

En «Vive y deja morir», un Roger Moore de cuarenta y cinco años y bastante guapo hace pareja con la guapa Jane Saymour, aunque su relación sea asquerosa: que un señor se camele a una chica cándida y sin ninguna experiencia para llevársela al huerto ilusionándola con dulces palabras y mentiras de toda clase, a mi personalmente me indigna. Muchos dirán, jocosamente, que Solitaire se lleva una alegría al cuerpo, pero yo digo que lo que en realidad le pasa es que la usan, la tiran y le rompen el corazón.

La trama empieza bastante bien y la investigación se entiende, cosa que es ya toda una proeza. Algunas partes se atragantan, como la de la persecución en lancha, y otras siguen la tónica absurda y relajada de la serie James Bond. Ese intento de asesinato con los cocodrilos (animales maravillosos, por cierto) es de risa. ¿Cuándo aprenderán los malos a usar una pistola? Muy interesante, además, el amor que siente el villano Katanga hacia la vidente, con más intensidad y pasión que todas las relaciones juntas que ha mantenido James Bond a lo largo de su trayectoria.

Admito que, siendo malísimas y sin carme bien el héroe, todo el universo James Bond tiene su encanto. Qué le vamos a hacer.