Y yo que pensaba que la historia de «El fantasma y la señora Muir» era una comedia romántica y lo que me encuentro es un drama, pero un drama de los gordos y, sí, también romántico.

Así que «El fantasma y la señora Muir» empieza con cierta ligereza, alegría, diversión. De hecho, yo hasta el último momento no terminaba de creerme que el fantasma fuera fantasma y sí fantasmón que se hacía pasar por muerto para quedarse con la casa. Pero no, el marinero Gegg está muerto de verdad y de verdad anda asustando a la gente que alquila, o quiere alquilar, la casa de la playa. Cuando la encantadora viuda Muir aparezca como nueva inquilina la cosa evolucionará de la manera en que el fantasma y la viva menos se lo esperan. A uno, que sí se lo está esperando porque es evidente que el romance está servido, le empiezan a asaltar toda clase de dudas sobre cómo va a resolverse esto, si es que tiene solución.

Es a partir de la mitad de película más o menos cuando la cosa se va poniendo más dramática que cómica hasta un final que, aun en su tragedia, no deja de ser bonito. Rex Harrison está fantástico, por cierto.