Os voy a contar la verdadera historia de esta película.

La realidad de «La fuente de la vida» es que Tommy (Hugh Jackman) se pasa drogado como la mitad del metraje. Yo creo que está triste y encima tiene tanto trabajo estresante, que recurre a las pastillas de colores para alegrarse un poco y evadirse de su trágica existencia, con el amor de su vida muriéndose por culpa de un tumor incurable y en el trabajo metiéndole presión porque no sigue los protocolos científicos. Tommy está amargado.

Su mujer Izzy, pobrecita, le deja que vaya a su rollo y, para que alucine mejor, le escribe una novela hecha a medida para él. Así, antes de leer, Tommy vuelve a tomarse su dosis de LSD para flipar a gusto. En esos viajes que lo llevan hasta el espacio y le hacen creerse un conquistador español, pues Tommy finalmente comprende que todo es polvo y vuelve al polvo y que al fin y al cabo su vida no es tan basura como pensaba, así que deja las drogas. Y todo esto con una música muy bonita de Clint Mansell y una visión de la Castilla de Isabel la Católica producto de un buena fumada.

Aronofsky, no está bien hacer apología de las drogas, ¿eh?

Puedes leer el spoiler sin miedo.