"Alabo la valentia". Eso me dijo John Strasberg hace treinta años cuando tuve la oportunidad de mostrarle mi trabajo en un ejercicio actoral dentro de la clase magistral que impartió en la Universidad de Kent. A pesar de ello aquello fue un desastre. No nos entendimos.

Algo parecido le sucede al director alemán Veit Helmer cuando se atreve a emular a los dioses del silente. Lamentablemente el maquinista de esta "general" azerbayana que encarna con correción Miki Manojlovic, ni el propio director, son Buster Keaton y si acaso un cierto aroma de Chaplin se hace eco en ese niño desamparado y explotado que vive en una caseta de perro y busca alguien que le abrace el corazón.

"El maquinista que buscaba el amor" cual príncipe destronado probando sujetadores a las cenicientas y hermanastras de turno acaba en este cuento preñado de ingenuidad por ver que estaba escondido en la calabaza.
Ni los gags, repetitivos, ni el ritmo necesario están a la altura de la interesante propuesta y sus integrantes y responsables acaban perdiendo el tren. 

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