En su penúltimo intento de Netflix por dotarse de pedigrí le financia a Sorrentino su particular "Amarcord", sin que esto por supuesto signifique que la cinta esté a la altura ni de lejos de la obra maestra de Fellini. Sorrentino, eso sí, se nutre de referencias y personajes muy fellinianos para contarnos de forma semibiográfica, o biográfica o mitad de cuarto sus vivencias juveniles donde la iniciación sexual, la perdida familiar y su incipiente vocación van deambulando por un Nápoles fotografiado con cariño que se rinde a su nuevo Dios redentor de los ochenta: Diego Armando Maradona.

El problema en mi caso es que pasada la media hora nada o casi nada de lo que me están contando me provoca la más mínima emoción, si acaso atisbo a intuir que en el personaje que interpreta Luisa Ranieri hay una historia que se promete más interesante y jugosa que la del imberbe protagonista. Luego la cosa nos deja alguna pincelada emotiva y algún que otro detalle visual del Sorrentino clasificado como autor barroco, estilo que aquí abandona tanto a nivel narrativo como formal para pegarse más a la tierra, en este caso napolitana.

No sé si será un cambio de tendencia o un paréntesis catártico fruto de la edad en la cincuentena del director. Interesante en cualquier caso.

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