"Cuatro meses, tres semanas, dos días" (Cristian Mungiu / 2007) con su Palma de Oro en Cannes confirmó definitivamente a este "nuevo cine" rumano que ha encontrado su nicho en el realismo social partiendo de historias sencillas de gente común para denunciar los problemas sociales a ambos lados de los dos sistemas políticos, comunismo y capitalismo que han sufrido y sufren en sus propias carnes y cuyos denominadores comunes de desigualdad social y corrupción son extrapolables fuera de sus fronteras.

Cristi Puiu es uno de sus más destacados representantes y a sus 50 años de plena madurez en su quinto largometraje se ha embarcado en una propuesta radical, ambiciosa dentro de su aparente sencillez que renuncia de entrada a cualquier distribución comercial (su metraje de casi tres horas sin que aparentemente ocurra nada lleva al límite la paciencia del espectador y el aguante de sus posaderas) para encuadrarse  como obra de autor destinada a exponerse en festivales.
Arriesgada y valiente tanto en su ejecución formal como en su trasfondo es este tipo de pasos adelante los que hacen que el cine evolucione como arte sin que esté supeditado a beneficios comerciales sin menosprecio de la faceta comercial y de entretenimiento igual de necesaria.
Ya el título es una declaración de intenciones. Un nombre "Sieranevada" tan válido y absurdo como cualquier otro y que puede evocar a cada espectador aquello que desee, porque a la postre es indiferente de cualquier elección. Un sinsentido que es el leit motiv de la propuesta un absurdo de nuestra propia existencia en la que nada es lo suficientemente relevante como para tomárselo en serio, de ahí el lógico y consecuente final. Un propuesta que enlaza de alguna manera con el teatro del absurdo de Ionesco o Jorge Díaz, donde lo cotidiano, lo natural refleja lo absurdo, valga la redundancia de nuestra efímera existencia.
Puiu no deja títere con cabeza. El matrimonio, los hijos, las tradiciones, la religión, la familia, la amistad, la religión, el amor, las profesiones, los conflictos políticos, sociales, el terrorismo..., cualquier cosa que pueda pasar por la cabeza de estos especímenes humanos que se congregan en un  "camarote de los hermanos Marx" para homenajear al difunto patriarca y en el que somos un invitado más. Lo más importante que es disfrutar de los placeres de la vida como es una buena comida será tarea imposible ante la avalancha de situaciones que van minando nuestro día a día y que en el fondo deberíamos relativizar. La metáfora está servida y la reflexión a que nos lleva Puiu deja huella.
Tragicomedia que no nos hará reír ni llorar, que nos hipnotizara con las idas y venidas de los personajes (bien interpretados) por el laberinto imposible de las cuatro habitaciones que acaban siendo el reflejo de un mundo que no es otra cosa que un pueblo grande donde por muy juntos que estemos se cierran puertas como puentes levadizos, como fronteras donde buscar falsos refugios. Podríamos criticar sino era posible contar lo mismo en menos tiempo, pero al final el propio tiempo y su devenir no deja de ser, a mi juicio, otro aguijón de Puiu al espectador. Esperamos que corran los minutos y suceda algo trascendente, pero nada lo es y se nos va la vida en un suspiro por mucho que las tres horas nos parezcan eternas.
"Sieranevada" es única, es una obra de arte molesta e insufrible, no recomendable sin previo aviso y que deja un poso para que nada incluso la propia película lo tomemos en serio  e intentemos disfrutar de la vida. Y aunque mi culo se arrepienta mi espiritu se lo agradeces señor Puiu. 

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