De Mignola (1960) desconozco su carácter y personalidad. Admiro su talento como dibujante y atesoro en mi estantería todo su “Hellboy”. No sé qué tipo de desavenencias artísticas o monetarias le han llevado a su desencuentro con Guillermo del Toro, para que completara su trilogía sobre el demonio pero el resultado ha derivado a que la cosa, que declaran más próximo al espíritu del cómic (tengo dudas razonables) pero el autor sabrá, haya acabado en manos de un Neil Marshall que desde su debut en el 2002 con aquel espanto infumable “Dog Soldier” no ha levantado cabeza, anda refugiado en capítulos de series y ahora demuestra que la responsabilidad de reiniciar al “chico infernal” le viene más que grande y tira de la puesta en escena y los efectos digitales para rellenar el vacío del alma condenada de un personaje y sus aventuras que merecen un director menos palomitero y más arriesgado. Por mucho que Del Toro tampoco llegara a cogerle totalmente el punto las diferencias son abismales y Ron Pellman le dio un feeling que se echa de menos en la esforzada composición de David Harbour como el demonio. El argumento huele a rancio a estas alturas tan superheroicas y el mundo misterioso y tenebroso que reflejan las viñetas se queda en una declaración de intenciones que se solventa a hostias. Milla Jovovich nunca pasó de “El quinto elemento” y ni siquiera Ian Mcshane consigue elevar mínimamente un listón ya de suyo poco elevado. En la previsible secuela ojala que prefieran “enmendalla” que no mantenerla. Aunque me temo…

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