El tandem Darín-Hodara, tanto como guionistas como director y actor no acaba de cuajar como debiera en los dos trabajos que hasta la fecha han entregado. La cuidada producción y la calidad del elenco actoral consigue en ambas crear las atmósferas adecuadas y sostener a unos personajes que apuntan posibilidades que Hodara como director y guionista no acaba de desarrollar como se merecen.

El resultado por lo tanto acaba siendo frustrante. El suspense en la que nos ocupa viene dado más por el entorno en donde se desarrolla la tragedia que por unos personajes que nunca acaban de tener volumen. El manido uso de los siempre arriesgados, desde el punto de vista narrativo, flashbacks quita más tensión que la que aporta y todo se vuelve algo previsible que por mucho que se esfuerce el personaje de Laia Acosta no consigue levantar.

Tiene el honor de contar con la última intervención del gran Federico Luppi, tan solvente como siempre.

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