En pleno boom del cine de espada y Brujería auspiciado por el gran éxito de la colosal Conan El Bárbaro del británico John Millius, no tardaron en salir decenas y decenas de films que imitaban su estilo visual y narrativo, la mayoría como es sabido, sin éxito.

Uno de los quizás mas salvables sea esta que nos ocupa, Cromwell, el rey de los Bárbaros de Albert Pyunn.

El film dista mucho de ser perfecto. Puynn era entonces un joven principiante bastante verde en lo que a dirigir y montar coherentemente un film, con planos extraños y aveces mal ubicados con una narrativa titubeante que provoca algo de desconcierto al espectador.

Sin embargo la película tuvo un éxito sorprendente recaudando ese mismo año, 1982, la misma cantidad que Conan el Bárbaro en las taquillas, alrededor de 38 millones de dólares. Un mérito añadido teniendo en cuenta que Cromwell no se basa en ningún personaje de cómic.

A diferencia del otro film, su ambientación es mas de corte medieval en vez de primitiva y bárbara, aunque ambos coinciden en el tema de la venganza, en este caso de un malvado rey que en su deseo de conquistar un poderoso reino resucitará a un temible brujo cuyos conocimientos y gran poder le harán ganar todas sus batallas y conquistar su ansiado reino asesinando a su legítimo rey, pero una vez conseguido su objetivo traiciona al brujo y también intenta asesinarlo.

Años mas tarde con el descendiente del rey asesinado convertido en un hombre, un guerreo tipo Conan, mercenario, salteador y algo canalla, pero con honor al fin y al cabo, se enfrentará al malvado rey para recuperar su tierra y reino.