Una de esas escasas películas que se podrían describir como comerciales y con sello personal al mismo tiempo. Desde fuera todo apunta a otra rutinaria película de fantasmas y maldiciones, pero desde dentro se destapa como un thriller psicológico con dosis de terror, buenas interpretaciones y sin sustos cada dos minutos. Se crea una atmósfera con cierto grado de agobio e incertidumbre.

Y esto no se debe a que la historia sea original, que no lo es, y tampoco a interpretaciones destacables, que lo son. Es gracias a la dirección, al juego que crea confundiendo realidad con fantasía y pasado con presente. No es exactamente que cambie de uno a otro hasta confundir, sino que lo junta todo en una única línea, algo parecido a lo que hace David Lynch pero sin tanta maestría. Por tanto, todo lo que podemos decir es que presenciamos un ambiente difuso, distorsionado, en el que no podemos asegurar que lo visto esté pasando o haya pasado, ni siquiera que sea causado por una fuerza maligna o una mente perturbada. Gracias a este estilo de ingeniosa narración, también un poco tramposa, la película se hace entretenida, atrapando hasta su conclusión.

Interesante. Deja buen sabor.