Aunque se estrenó recién iniciado el año, sentía la necesidad de saber y ver con mis propios ojos qué habían hecho con el remake de ‘Le llaman Bodhi’, aquel clásico de los años 90 dirigido por Kathryn Bigelow que recomiendo encarecidamente a todo el mundo. Por supuesto, tal y como me imaginaba, de ‘Point Break: Sin límites’ podéis iros olvidando.

Este remake es la enésima muestra de lo que Hollywood entiende por una nueva versión: coger los elementos que podían funcionar en la original y mezclarlos con la última tendencia/moda. Si uno asiste al lamentable espectáculo que supone esta película de la que solo se salvan los especialistas de las escenas de acción, es fácil darse cuenta de lo mucho que intenta beber de la saga ‘Fast & Furious’ hasta parecer un spin off de la misma.

No sé en cuántas películas me he cruzado ya con Edgar Ramírez en mi vida pero, en serio, que se lo haga mirar porque no tiene ningún tipo de registro dramático. Tres cuartos le pasa a su rubio compañero (Luke Bracey), con el que tiene nula o ninguna química frente a la pantalla verde. Y es que también llama la atención lo mucho que cantan visualmente los efectos especiales que sacan al espectador de la dinámica de la cinta, si es que alguna vez entró en ella.

Un remake innecesario, una nueva versión que solo engrandece un poco más a la antigua que, hoy por hoy, sigue siendo una grandísima película. Olvidaos de esta.

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