Si bien es cierto que es la más accesible de las películas realizadas por el director, también es innegable que estamos ante otro ejemplo más de lo que es capaz de hacer. Una película que tiene todo el sello del hombre que hay tras la cámara, Yorgos Lanthimos.

A parte de su conocida obsesión por diferenciarse del resto a la hora del encuadre utilizando para este caso el gran angular, nos vuelve a presentar una realidad, en este caso el siglo XVIII, de una forma distinta, que acaba resultando normal para el espectador.

Sin la atmósfera asfixiante de, por ejemplo, ‘El sacrificio de un ciervo sagrado’, trae una historia con toques surrealistas y humor negro que crea escenas que rozan la belleza de un cuadro barroco. No es broma, me remito a la gran escena del baile, o en los numerosos recorridos por el palacio, en donde se decanta, además, por la simetría.

El triángulo amoroso, formado por actrices, resulta vital, más que nada, porque me parece que las tres actrices están tremendamente bien. Asistimos a la escalada de poder de Stone, que intenta ganarse la confianza de la reina y recuperar una posición perdida hace tiempo. Para ello, debe competir directamente con el asentado personaje de Rachel Weisz, y cuyo enfrentamiento llegará hasta el final de sus consecuencias. Es curioso, según avanza el metraje, el espectador va cambiando de bando. En medio, la reina, el objeto de deseo al que Olivia Colman consigue dotar de fragilidad. Lanthimos cuida a sus tres personajes principales, haciéndolas cómplices de las distintas conspiraciones palaciegas.

Así, os recomiendo ver ‘La Favorita’, una cinta muy completa, bien dirigida y actuada, diferente a lo que se suele ver por la cartelera y que, sin duda, no os dejará indiferentes.

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