Es difícil evaluar una película de la que de por sí, no entiendes su mera existencia. Lo que planteaba su director, Timur Bekmambetov, no era un desafío, ni siquiera puede plantearse como osadía, sino directamente un suicidio para él y para todo lo que rodea la producción. ¿Es posible hacer una película mejor que aquella de Charlton Heston que se llevó once premios de la academia? La respuesta, antes de que se hiciese esta película ya era de “No”. Ahora es de “rotundamente NO”.

Si me apuras, incluso el estilo de Timur le hace todavía más daño a la historia. Un director muy videoclipero, que saca el mayor partido posible a los efectos visuales, intenta que esta nueva versión de ‘Ben-Hur’ sea algo así como jugar a un juego de playstation en primera persona. Los efectos especiales son brillantes en algunos momentos, pero muy abrumadores en conjunto. A Timur le gusta sobrecargarlo todo y, por encima de todo, recalcar el mensaje.

Más allá del aspecto técnico que es la única baza del film, la película es hiperplana en el aspecto artístico. Jack Huston, Toby Kebbell o Rodrigo Santoro pasan con más pena que gloria sin dejar nada reseñable (tal vez por ser concebida como lo que es: un simple espectáculo veraniego). Y el bueno de Morgan Freeman (que también tiene que comer) solo está para contarte cosas.

Por si fuera poco, el ritmo frenético (hay que condensar mucha historia en dos horitas justas, que estamos en verano y la gente quiere irse a la playa) termina matando cualquier atisbo de esperanza. Esta nueva versión de ‘Ben-Hur’ es un claro ejemplo de que algunos clásicos no se pueden tocar. Justificado batacazo en la taquilla.

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