Hay películas que, objetivamente, son malas, pero, pese a ello, tienen algo que las singulariza de tal modo que parecen tener más calidad de la que tienen. "Barbarella" es una de ellas, seguramente por el tono enloquecido, desinhibido y desprejuiciado con que enfoca la ciencia-ficción, una ciencia-ficción cuyo estilo extravagante y alucinado (en decorados, fondos, vestuario, caracterización) es tomado a menudo por una horterada. Barbarella (Jane Fonda) es una bella heroína que va de orgasmo en orgasmo, y Pygar (John Phillip Law) es un bello ángel rubio con alas blancas de obra de teatro de un centro cultural de barrio. Todo es bello, pero extraño, y más aún, ridículo, e importan más la peripecia y el detalle estrafalario que la trama, de igual forma que parece tener más importancia el sexo y la comedia que la ciencia-ficción en sí misma. Suele echarse la culpa del resultado al director, pero tal vez el error parte del hecho de tratar el cómic de Forest como si se tratara de un "best-seller", o, simplemente, de llevar al cine el cómic de Forest.

Lo mejor de la película, aparte del "streaptease" de Fonda en los títulos de crédito, y de sus modelitos, es la cara de absoluto placer que esta actriz pone en la escena de la máquina de orgasmos, y la escena con Fonda y David Hemmings en la que éstos intercambian sus orgasmos tomándose una pastilla y juntando las palmas de las manos.

Si no te tomas en serio esta película, y la disfrutas como una experiencia más o menos frívola, sensual, sexual y hedonista, te gustará. Si no, no.