Dos hermanos comienzan a ver fenómenos extraños en la casa donde viven justo después de que fallece su abuela. Sus padres tratarán de averiguar que está pasando y así poder salvar a sus hijos de una situación nada agradable.

El estadounidense Ari Aster escribe y dirige una película de género. Pero no del género de terror al uso, sino de aquél tan de moda últimamente en que parece que todos los que participan delante y detrás de las cámaras se han fumado un tripi y se creen con la capacidad de reírse del espectador y de sentirse los nuevos creadores de lo divino y de lo inhumano, del todo vale sin importar el precio, del parecer que se está por encima del bien y del mal y se está inventando una nueva forma de hacer cine en el que todo vale, muy al estilo de La Bruja. Por eso me sorprenden y me enfadan las buenas críticas recibidas, será que habremos visto una película distinta porque para mi no tiene ni pies ni cabeza. Toni Collette es de lo poco salvable, con una interpretación arrolladora y enigmática, una madre con profundas heridas del pasado que lucha porque no le estallen en el presente. El rostro sin adjetivos de la hija, Milly Shapiro, también produce cierto desasosiego (junto con su ruidito tocapelotas) pero del resto de la película no me creo nada y entiendo mucho menos. Será que me estoy haciendo mayor y no me dejo seducir por películas no conservadoras…o que cada vez soy más riguroso y se separar el trigo de la paja y que no me den gato por liebre. He dicho.

Sacapuntas de oro: La secuencia del accidente en coche. La sensación de que siempre va a pasar “algo” en cada secuencia (aunque no tenga sentido). La sufrida y sentida interpretación de Collete.

Sacapuntas de madera: Todo lo demás, con un final de vergüenza ajena. Y un infrautilizado y contenido Gabriel Byrne, que solo y únicamente si hubiera acabado siendo el mismísimo Satán en persona, me hubiera creído algo y encajado alguna pieza.

Nota: 2,5 Sacapuntas.