Siete años después de la última entrega veraniega de las aventuras del arqueólogo Rick O'Connell, este verano volvemos a disfrutar de sus correrías aunque esta vez con algunos cambios.

En primer lugar, el director de las dos anteriores entregas, Stephen Sommers, entrega el testigo a Rob Cohen. Por otro lado, Rachel Weisz ha dejado sitio a Maria Bello en el papel de mujer de O'Connell. Por otro lado, esta vez, los O'Connell tienen que asistir al relevo generacional que supone la presencia del hijo de ambos, Alex (Luke Ford), quien de hecho es el detonante de la historia. Además, una vez agotado el filón de las momias egípcias, y probablemente aprovechando el año olímpico, la acción se traslada a China, y la "momia" en cuestión es un trasunto del emperador Qin, y desde luego no faltan las referencias a los archiconocidos guerreros de Xi'an.

A pesar del cambio de director, apenas se observa un cambio de estilo, ya que Cohen, se mantiene en el mismo papel que Sommers. No es este el tipo de película en el que resalten las interpretaciones, o los diálogos, sino que lo que prima en este film son los efectos especiales y el movimiento contínuo.

En este sentido (y sólo en este), el film cumple perfectamente con lo que se puede esperar de una producción de orientación comercial "para todos los públicos", y el despilfarro de dinero tanto en marketing como en efectos especiales. A estas alturas de saga, todo el que la haya seguido, ya sabe lo que le espera cuando entra en la sala.

Y hay que decir, que en general, si su exigencia se centra más bien en los efectos especiales y en las escenas de acción, no saldrá decepcionado. Otra cosa es si nos ponemos a mirar el guión, y el desarrollo de la trama, pero eso sería perder el tiempo, ya que como el resto de la saga, todo está en función de los efectos especiales, los cuales son lo suficientemente logrados como para no hacernos lamentar el precio de la entrada.