El realizador Doug Liman, conocido por ser el primer director de la exitosa saga Bourne, es el firmante de este film basado en una historia real, sobre una agente de la CIA cuya identidad fue destapada por miembros del gabinete Bush como respuesta a la insistencia de su marido diplomático que no había armas de destrucción masiva en Iraq. Naomi Watts y Sean Penn son los actores escogidos para dar vida los protagonistas. Una elección que se nos antoja eficiente, toda vez comprobada las entregadas interpretaciones de ambos actores. Liman rueda en modo semi-documental, siguiendo el hilo de los libros que ambos llegaron a escribir y que son la base del guión. Uno de los aspectos a destacar es la claridad y la eficacia narrativa que exhibe el realizador. En poco menos de dos horas, Liman y sus guionistas consiguen exponer los hechos de forma clara y entendible. Más que un relato de espías al uso, es una especie de docu-drama. No hay una trama, topos, dobles agentes, ni tampoco oscuros personajes poseedores de información clasificada, ni mucho menos fríos asesinos al servicio del Estado que tratan de evitar a toda costa que la información se haga pública.

En este sentido el film de Liman decepcionará a todos los que acudan al cine esperando ver una típica película de espías. En su lugar, lo que nos ofrece es un film de orientación más bien política, y mucho más discursivo que de acción. Por un lado, Liman nos introduce un mensaje sobre lo fácilmente manipulable que puede ser el público (a través de las conversaciones que tienen lugar en las reuninones sociales de la pareja, cuyos comentarios no tienen desperdicio alguno), sobre las presiones que organizaciones como la CIA, sufrieron por parte de un gobierno que buscaba cualquier resquicio de duda para anunciar la presencia de armas destrucción masiva en Iraq, y sobretodo sobre la grandeza de un país que pese a sus gobernantes, sabe reconocer sus errores y sacar la verdad a la luz (aunque haya sido años después y tras haber quedado claro las verdaderas intenciones de la administración Bush).

El realizador acierta al combinar el retrato intimista de Watts y Penn como pareja norteamericana modelo. Sin embargo, no se atreve a ir demasiado allá en la crítica hacia los motivos que llevaron a invadir un país del que se sabía que no tenía poder atómico. En realidad, el realizador se esfuerza más en mostrarnos el lado de los afectados y su lucha por llegar a la verdad que no en criticar abiertamente al Estado. Por otro lado, la presentación de la CIA como un organismo "puro", donde la verdad resplandece no acaba de ser muy creíble, aunque se agradece que nos presente una imagen mucho más realista sobre lo que es la "rutina laboral" entre sus cuatro paredes. Así, el film se sigue con un cierto interés pero la falta de mordiente y lo aséptico de su puesta en escena semejante a un documental acaba perjudicando sus resultados finales.