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Caza a la espía (Fair Game)

Thriller. Acción. Drama Como agente secreta de la CIA, Valerie Plame (Naomi Watts) dirige una investigación sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. Su marido es el diplomático Joe Wilson (Sean Penn). La investigación de Plame no confirma la venta de uranio enriquecido por parte de la República de Niger. Pero, cuando la administración de la Casa Blanca ignora sus conclusiones y utiliza el asunto para respaldar la entrada de Estados Unidos en ... [+]
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Críticas 67
Críticas ordenadas por utilidad
6 de noviembre de 2010
97 de 116 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me gusta criticar las películas en función de su mensaje, pero si a Caza a la Espía se lo quitamos, se queda tan escuálida, con tan poco que ofrecer aparte de eso, que no encuentro la forma de hacer una crítica que no sea centrándome en el mensaje. Por si acaso, valga decir que es una peli del montón, una historia del montón que podría haber sido buena si hubiera tenido otro desarrollo, que se deja personajes en el tintero y que no acaba de atar los cabos que suelta.

En cuanto al mensaje, muy bonito, pero está más que trillado. Con el referente claro de la Guerra de Vietnam, el cine vuelve a ser el redil preferido del establishment americano para que todos esos espíritus combativos puedan manifestarse libremente y denunciar libremente lo que les plazca. Abundan los ejemplos, como la reciente Green Zone, que habla prácticamente de lo mismo, pero es mucho más entretenida. Caza a la Espía, inspirada en el caso real de una ex agente a la que le hicieron la cama, denuncia que unos cuantos políticos mintieron para empezar una guerra para su propio beneficio y que hubo muchos que fueron cómplices con su silencio. No lo desarrolla de manera brillante, pero a grandes rasgos, ahí está el mensaje, convenientemente subrayado por Sean Penn (que me parece un tipo admirable y a quien no me refiero especialmente en el último párrafo) en su discurso final. Y es digno de elogio, no digo que no. Pero a mí lo de las pelis de este estilo ya me huele a chamusquina.
Y me explico.
Se acaba la peli, nos vamos al bar, discutimos un poco, nos sentimos bien, nos vamos a dormir y punto. Y al día siguiente, a otra cosa, mariposa. Se acabó el espíritu combativo y todos esos tipos que mintieron siguen en su casa durmiendo a pierna suelta porque saben que mientras que todas las ovejas estén en el redil, pueden balar lo que les de la gana. Ya pasará el tema y se cambiará por fotos, buenas críticas, elogios, algún que otro premio, todos salen en la foto y qué comprometidos que somos todos. Porque la denuncia social americana –y mundial- respecto a este tema está fatalmente abonada al ámbito del ocio, y ahí se mantendrá tan valiente y profunda como inofensiva.

(sigo en el spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Herr Jasper
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2 de noviembre de 2010
29 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un momento de una entrevista, Maruja Torres esbozó una leve sonrisa y con posado nostálgico pronunció un nombre: ''Richard Nixon...'' Después de una pausa dramática, añadió ''¡Aquellos eran buenos tiempos!'' Obviamente su contertulio no supo cómo reaccionar, de modo que ella le echó un cable. ''Claro, piense en ello... en aquella época, cuando alguien cometía un error, dimitía. ¡Esto ahora es inconcebible!'' Más razón no podía tener. Quizás hemos dejado en un rincón demasiado oscuro de nuestra memoria el legado político americano de principios de la década de los setenta. Bien es cierto que no andó precisamente escaso en lo que a escándalos se refiere, pero si puede rescatarse algo positivo del bochornoso caso Watergate es que se hizo justicia; los que engañaron al pueblo pagaron por ello -al menos algunos-. Crimen y castigo. De alguna manera, hubo ''juego limpio'', tal y como reza el título original de la nueva película de Doug Liman.

Muy oscura es también la imagen que tienen muchos del director neoyorquino, lo cual supone una gran injusticia. ¿Merece ser tratado con desprecio, incluso con indiferencia -que es peor- alguien con un currículum en el que escarbando un poco se encuentran cintas tan influyentes? Su primera etapa como realizador ya cae un poco lejos, pero no hay que olvidar que en ella encontramos aquel diamante en bruto titulado 'Swingers', fundamental para entender el devenir de la comedia indie americana contemporánea. Más reciente es 'El caso Bourne', que no necesitó demasiado tiempo para convertirse en el mayor referente del cine de acción de los últimos años, así como el espejo en el que debería mirarse todo producto del género que se preciara (ni el Sr. Bond se libró de esta tendencia). Fue Doug Liman, y no Paul Greengrass quien inició las aventuras del famoso espía amnésico, no hay que olvidarlo.

En lo que sí se adelantó el cineasta irlandés fue en el viaje a Irak. 'Green Zone: Distrito protegido', muy deudora de la saga Bourne, era un filme de acción casi impecable, pero que tenía un gran punto débil: llegaba casi diez años tarde (ver ahora al pobre Matt Damon correr incansablemente por Bagdad para acabar descubriendo con cara de bobalicón que las armas de destrucción masiva que buscaba no eran más que una patraña, tenía un inesperado efecto cómico). Algo similar podría haberle sucedido a 'Caza a la espía', al tratar ésta sobre una historia que a estas alturas ya la tenemos bastante vista. Un obstáculo que Liman esquiva con acierto centrándose más en el ''cómo'' que no en el ''qué''. En esta época en la que vivimos siempre rodeados de información, deberíamos ser marcianos para no saber que la nación más poderosa del mundo derrocó por la vía militar al régimen político/dictatorial iraquí... lo que pudo habérsenos escapado es cómo lo lograron; cómo allanaron el terreno para la invasión; cómo pudieron plantarse a la otra punta del mundo sin caérseles la cara de vergüenza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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7 de noviembre de 2010
31 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es sabido que, desde hace ya mucho tiempo, en Hollywood hay una crisis de ideas galopante. Debe de haber un montón de guionistas petrificados como estatuas frente a la pantalla en blanco del ordenador, con los dedos crispados sobre el teclado y sin escribir una sola palabra.

También debe de haber en los estudios mandamases desesperados o pasando de todo, porque haber dado de paso el caso de Valerie Plame y Joe Wilson para hacer una película es un tanto temerario a la hora de vendérsela al público.

Estoy seguro de que sabían que iban a parir otra de ésas pelis de espías, perteneciente al subgénero de “hablo interminablemente en habitaciones cerradas o en un banco del parque bajo la lluvia” (sí, tipo “Todos los Hombres del Presidente” y unas cuantas más).

Menos mal que, tanto Naomi Watts como Sean Penn, son lo suficientemente expertos para cargar sobre sus espaldas semejante tocho y llevarlo hasta el final de la manera más digna posible, evitando por los pelos que al espectador se le caigan los párpados como una persiana con la cinta rota.

Es cierto que en esta historia existe la posibilidad de mostrar la cara humana del espía; de explotar el drama personal, íntimo que se abate sobre la pareja cuando, por un “error” ético de Wilson, toda la estructura material que sustenta su vida se desmorona a su alrededor.

Pero ni los guionistas ni Liman saben (o quieren) darle el suficiente aire dramático que tal aspecto se merecía. Da la impresión de que tienen mucha prisa por terminar y hacen un trabajo lineal y rutinario, sin profundizar en los matices que podrían haber atrapado el verdadero interés que esta historia encierra.

En resumen: se deja ver si has dormido bien.
Polikarpov
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7 de noviembre de 2010
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un verdadero placer asistir a la interpretación conjunta de Naomi Watts y Sean Penn. Ambos aportan vitalidad y profundidad al guión adaptado por los hermanos Butterworth y hacen que los personajes sean algo más que frías piezas de este absorbente thriller político y dramático basado en hechos reales. Los hechos que llevaron a un país entero -y a algún que otro país más de rebote- a secundar una mentira cuya consecuencia fueron miles de muertos y la destrucción de Irak.

Las declaraciones de Valerie Plame ante el Congreso de EE.UU., la biografía que posteriormente escribió, y las revelaciones de su esposo Joe Wilson no hicieron sino confirmar lo que ya era un secreto a voces en muchas partes del mundo desde bastante antes: se manipuló, tergiversó e inventó información desde las altas esferas del poder para justificar una guerra. Sin embargo, el pueblo estadounidense vivía mayoritariamente ajeno; probablemente aún muchos quieren ignorarlo allí y fuera de allí. Y la película nos narra desde el punto de vista de los dos protagonistas cómo vivieron todo aquello desde dentro gracias a sus profesiones respectivas con contactos de primera mano, y cómo la osadía de denunciar la verdad que conocían hizo que los perros de presa del poder se lanzaran a degüello sobre ellos, afectando seriamente a sus vidas e incluso a su estabilidad familiar y sentimientos más descarnados.

Si bien este trabajo tiene su punto débil en la realización y fotografía de Doug Liman, que abusa del movimiento inestable de la cámara en mano, no acierta con los contrastes de iluminación que a veces se hacen incluso molestos, y no termina de cuadrar el montaje entre algunas secuencias cuyo ritmo se antoja en ocasiones algo frenético y discontinuo; es el trasfondo del guión, la viveza narrativa, y sobre todo la aportación que indicaba de los protagonistas, lo que hace que pueda en parte solventarse lo anterior, meter al espectador en la trama con interés, y dotar a los personajes de desarrollo que hace aflorar lo que sienten en cada momento: desde la frustración a la rabia contenida pasando por la fuerza para no rendirse.

Intensos algunos instantes expresados en el rostro de una magnífica Naomi cuando por ejemplo muestra casi sin palabras cómo lamenta que lo que le hacen va a perjudicar a terceros que dejará en la estacada, o escenas como la de Sean en la universidad dando la clase magistral para que la gente entienda cómo manipulan los políticos. Los mismos políticos que además salieron indemnes, siguen hoy manteniéndose a salvo tras su mentira, y a los que allí y fuera de allí aún demasiados vergonzosamente aclaman e incluso votan.

¿Recuerdan las 16 palabras con las que Bush comenzó esta guerra?

"The British government has learned that Saddam Hussein recently sought significant quantities of uranium from Africa."
Pedro
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29 de octubre de 2010
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su arranque, al exponernos las dificultades que tiene una pareja madura en conciliar su vida marital y familiar con su trabajo de informadores secretos, Caza a la espía podría pasar por una versión dramática de Mentiras arriesgadas o de Señor y Señora Smith, película esta última dirigida también por el propio Liman.

Sin embargo, esta adaptación de las memorias de Joseph Wilson y Valerie Plame -dos agentes de inteligencia que fueron relegados al ostracismo por la administración Bush a causa del incómodo testimonio que representaban- es mucho más cercana al thriller político de los 70 que a cualquier fabulación aventurera.

Liman, consciente de la seriedad del berenjenal en el que se mete, procura de manera demasiado consciente no perder los papeles con derivas argumentales que pudieran parecer accesorias. Pero este exceso de celo y solemnidad resulta totalmente contraproducente al vaciar a la película de un interés argumental que vaya más allá de la evidencia, de lo que el espectador ya sabe o de lo que ya intuye desde el principio.

Resulta curioso ver como el creador de la exitosa saga Bourne, una trilogía que conjuga perfectamente acción con “trascendencia”, aquí se muestra incapaz de aplicar esta fórmula, renunciando, quizá por bloqueo, a cualquier conato de entretenimiento.

Lo peor es que en su faceta dramática y de denuncia, que parece ser la única que le interesa desarrollar al director, Caza a la espía tampoco funciona. Primero, porque su realización fragmentada, válida para narrar las pesquisas de Jason Bourne, no casa demasiado con el tono del film (los torpes insertos de imágenes reales de Bush JR. tampoco despejan esta sensación). Segundo, porque los siempre notables Penn y Watts nos ofrecen unas sus interpretaciones más desganadas y rutinarias de sus respectivas carreras.

Sin duda, era necesario afrontar por fin, desde la ficción cinematográfica, el espinoso tema de la invasión de Irak, así como denunciar la manipulación informativa de la que la administración Bush se valió para justificar su guerra contra el eje del mal, pero cuestión tan importante merecía un tratamiento más eficaz y productivo, un tratamiento como el que Paul Greengrass, precisamente otro de los responsables de la saga Bourne, aplicó este mismo año en Green Zone.
FERNANDO BERMEJO
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