El realizador Walter Hill, tras varios años en los que ha realizado tareas de productor, vuelve haciendo lo que mejor sabe hacer. A priori, no parece muy atractivo el decir que Hill con unos cuantos años a sus espaldas, vuelva con el tipo de cine policíaco que le hizo labrarse un nombre en la industria. Si para colmo, su protagonista es Sylvester Stallone, cuyos días de gloria también parecen que han quedado atrás, Las expectativas antes de ver el film no son demasiado altas.

Quizás eso explique el hecho que muchos salgan del film relativamente satisfechos, pese que no parece que nos ofrezca nada nuevo. La historia de Jim Bonomo (Stallone), un asesino a sueldo en busca del tipo que le contrató para pasar cuentas por la muerte de su socio, cuya búsqueda coincide con la que hace un policía de Washington, Taylor Kwon (Sung Kang), no es que sea demasiado original que digamos. Y eso a pesar que el telón de fondo de la historia es un Nueva Orleans cuya herida causada por el Katrina, aún no ha cicatrizado.

Es cierto que no deja de ser la típica historia de venganza contra unos tipos que bajo una apariencia respetable, ocultan múltiples intrigas y trapos sucios. Pero los que estamos saturados de los efectos especiales digitales, agradecemos que de vez en cuando, alguien nos recuerde que las películas de acción ya existían muchos años antes que los Pc entraran en las casas de los ciudadanos de a pie. Hill va directamente al grano, sin florituras ni concesiones. Por ese motivo, la inexpresiva cara de Stallone (más inexpresiva todavía desde que provó el botox), le viene como anillo al dedo, para mostrarnos un personaje ambiguo pero a la vez sin fisuras ni disquisiciones éticas. En su día escogió su camino (no nos cuentan porqué) y ha sido consecuente con ello. Se mantiene fiel a su propio códido bajo cualquier circunstancia. A su manera, es un "hombre recto" aunque su profesión es más que discutible para la sociedad. Una sociedad, que para el realizador está llena de tipos corruptos sin escrúpulos y muy avariciosos que no dudan en utilizar todos los resortes (legales o no) para conseguir lo que quieren. Y al lado de Bonomo, tenemos a la ley, representada por el agente Kwon, muy hábil con las nuevas tecnologías, que contrastan con el estilo mucho más directo de Bonomo.

Pese a su larga ausencia, Walter Hill no ha perdido la práctica de hacer buen cine, con una puesta en escena sobria, directa y sin florituras innecesarias. Se trata de una forma de cine que ha pasado de moda, pero se agradece que de vez en cuando aparezcan títulos como el que nos ocupa, que se mantienen fieles a sus principios. Como su protagonista.