Durante la década de los 80 y parte de los 90, surgieron un buen puñado de películas (la mayoría no se deberían considerar como tales, pero bueno), que giraban alrededor de la vida en los “High School” norteamericanos o la universidad. La gran parte de ellas eran comedias, en las que en mayor o menor medida, había personajes (inadaptados, novatos, etc), que eran objeto de la crueldad juvenil o de la insatisfacción de los más fuertes y más descerebrados.

Sin embargo, los nuevos tiempos han cambiado mucho, el caso del acoso escolar incluso ha acuñado un nombre nuevo (“bulling”), y ciertos temas como las bromas pesadas y demás ya no son políticamente correctas. El director Steven Brill, recupera escenarios largamente olvidados, y solo recordados por nostálgicos ebrios o en estado lisérgico, para narrarnos las peripecias de tres de esos inadaptados, quienes, cansados de soportar las bromas (y la violencia) del matón de turno, deciden recurrir a un guardaespaldas. Sin embargo, escoger a un “sin techo” no es precisamente una buena elección.

Al margen de la poca credibilidad de la historia (un matón de 18 años que aparenta más de 20, cualquiera con corbata se puede poner a dar clases, etc), queda claro que el protagonista es en realidad Owen Wilson, de hecho prácticamente la única cara conocida del film. Un film que no consigue sustraerse a los tópicos, que realmente no aporta nada nuevo a un tema que ya está suficientemente agotado, y que apenas tiene dos o tres momentos decentes, a costa de un humor de trazo grueso, excesivamente manoseado. Hay momentos en los que ni siquiera se podría considerar entretenida.