Por más que en la actualidad el realizador Woody Allen haya alcanzado tal estatus que el estreno de sus películas (regularmente una por año) son esperadas con expectación, lo cierto es que, sin desmerecer las actuales producciones, su calidad es inferior a las que nos ofreció en otras épocas en las que era mucho más apreciado en Europa que en su propio país. Lo que es innegable es que en todo momento ha sabido mantener su independencia creativa, ajena a intereses comerciales.

Esto se puede demostrar con un film como éste en el que nos ofrece una visión evocadora de un tiempo pasado, a modo de semi-documental. Allen nos lleva a un momento en el que la radio era el principal medio de entretenimiento en los hogares (norteamericanos, claro, pero todos los países hemos pasado por lo mismo por lo que es algo más bien universal), y durante escasamente 80 minutos realiza un recorrido lleno de anécdotas (algunas reales, otras inventadas, otras incluso se pueden catalogar de leyendas urbanas), de recuerdos propios.

Allen en esta ocasión se reserva el papel de narrador con como si estuviera evocando en voz alta sobre ese aparato que hoy día parece arrinconado por la caja tonta. Con un amplio reparto coral, que mezcla rostros prácticamente anónimos con caras más conocidas (Mia Farrow, Dianne Wiest, Danny Aiello, Diane Keaton, Jeff Daniels), que tienen breves y ocasionales papeles, Allen nos va contando anécdotas, simpáticas todas ellas y con un cierto componente cómico que predomina en los diferentes episodios independientes que tienen como denominador común la radio.

Se trata de un film sencillo, ligero, en el que los habituales temas trascendentales apenas aparecen, siendo sustituidos por otros más ligeros y menos dramáticos, pero también muy personal, y con tal atmósfera evocadora con el acierto además de apelar a nuestros recuerdos de niñez. Sin lugar a dudas, se trata de un film que la nuevas generaciones nacidas entre móviles y play stations no acabarán de entender, pero que a quienes hemos vivido antes de toda esa tecnología de ultimísima generación nos llevará justamente a esa época en que sólo tenías la imaginación como vía de entretenimiento.

Además no es tanto un film en el que se piense que cualquier tiempo pasado fuera mejor, sino que simplemente es una colección de recuerdos de un tiempo que se sabe seguro que hemos perdido y que sólo se mantiene en nuestra memoria, lo que le permite al director ser bastante libre en lo que respecta a su puesta en escena y los diversos episodios a modo de "sketches". Pese a ser voluntariamente una película pequeña, Allen nos ofrece un film que nos llega bien adentro sin trucos y con mucho sentimientos.