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España España · san sebastian
Voto de Izeta:
7
Cine negro. Intriga Mientras Corey, sale de prisión tras cumplir condena en una cárcel francesa, Vogel, un criminal custodiado por el temible comisario Mattei, escapa del tren en el que viajan. Después de robar a un antiguo socio, Corey se encuentra con Vogel y le propone formar equipo para realizar un meticuloso robo de joyas. (FILMAFFINITY)
17 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
-"Todos somos culpables. Todos llevamos un criminal en nuestro interior y sólo es cuestión de desalojarlo"-.
El comisario va a ir corroborando la negrísima opinión de su superior a medida que la corrupción ajena (y la propia) vaya sirviendo a sus propósitos y le ayuden a avanzar en la investigación.
"Ya sé que la suerte no es el mejor método"- intenta justificarse el comisario ante su jefe pero, suerte, precisamente, es lo que no le falta a este sabueso, que vale que al principio la caga dejando escapar a su custodiado ante sus propias narices pero, más tarde, el destino, la mano de Buda o quien quiera que sea el mueva los hilos por ahí se va a mostrar de lo más magnánimo con él prestándole esa ayuda en forma de suerte aleatoria que, exceptuando a Woody Allen y a unos cuantos más, a todos los demás nos va a parecer bastante improbable.

Si la peli se inicia con esa cita apelando a Buda, no es casualidad, no. El director lo hace para advertirnos de las múltiples casualidades que se van a dar aquí. El destino, la fatalidad o la suerte. Y uno no es que desconfíe de la sabiduría del maestro (que en realidad esa frase se la inventó el propio Melville) pero, la verdad, la acumulación de tantas de ellas le hacen a uno escamarse. En esta película demasiadas cosas me han parecido alineadas con la suerte, desde ese encuentro fortuito entre Delon y Volonté, hasta la detención del hijo del hampón o incluso la afortunada reunión del guardia de la prisión y el exsocio.

Fuera de eso esta película tiene aspectos brillantes. El atraco es de los de quitarse el sombrero, lo mejor del film, un prodigio de tensión y maestría. Eso en sí mismo ya justifica su nota. Yves Montand se roba la película por encima de Alain Delon, aunque todos los personajes están espléndidos. La áspera y triste ambientación está muy lograda y también capta muy bien esa atmósfera fría, seca, desapasionada en la que se desenvuelven todos estos hombres (los que están a un lado o al otro de la ley que aquí no parece haber mucha diferencia entre ellos). Casi todos ellos inspiran cierta lástima y no sé bien por qué, debe ser por la sensación de profunda soledad que transmiten. Al mismo tiempo Melville deja entrever en sus personajes cierta humanidad que nos acerca a ellos aun cuando sus comportamientos sean poco éticos y cuestionables.
Así, nos llegará a conmover la inmediata solidez a prueba de bombas (una de las casualidades) de la amistad que nace entre entre Delon y Volonté nada más conocerse. También apreciaremos esos atisbos de sonrisas que intercambian Montand y Delon luego de terminado el trabajo y que supondrá la recuperación de este último. En el otro lado, un Bourvil de métodos también cuestionables que no duda en recurrir al chantaje ni a las detenciones ilícitas o a los disparos indiscriminados también mostrará su lado humano en esa suerte de tristeza resignada con la que afronta el ejercicio de su trabajo.
El comisario vive sólo, rodeado de gatos. Alain Delon, recién cumplida su condena no parece tener a nadie. Las fotos de su chica las tira a la papelera. La mujer se ha largado con su exsocio. Yves Montand, ya ni te cuento. La escena en su apartamento, tremenda. Lo mismo podría decirse de Volonté.
Indudablemente, sí podría parecer que esos hombres están predestinados a encontrarse en el círculo rojo y que hay una voluntad más allá de ellos las que les hacen encontrarse allí...
Pero esa morosidad narrativa. Ese demorarse tanto en presentar la situación, esos largos silencios, miradas sostenidas, cierta atonía en la escasez de los diálogos, frialdad emocional y cierta confusión no del todo bien explicada, junto con algunos cabos sueltos que no he podido enterarme bien, hace que me resulte algo plomiza y demasiado casual quizá. No las disfruto igual que con las del cine americano. Melville sabrá por qué. Yo, dentro de las de este estilo, sigo prefiriendo con mucho Rififí.
Izeta
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