Enorme chasco que me llevado con esta película.
Se trata de una adaptación de Wenceslao Fernández Flórez ya llevada al cine anteriormente en una versión que yo no he visto y que parte de una prometedora premisa que Rafael Gil no consigue llevar a buen puerto, a pesar del mordiente que se adivina subyace en el texto y la indudable profesionalidad de un Tony Leblanc muy correcto, que lo mismo sabe adecuarse y transmitir al espectador las zozobras de un personaje muy dramático lleno de patetismo, como al momento siguiente se torna comediante, sin que el cambio de registro afecte a la naturalidad ni resulte artificial.
Con un reparto también de campeonato, siento decir que a mí me ha parecido aburridísima y no consigo comprender qué han visto mis compañeros de críticas en ella.
La dirección es sosa, plana, desgarbada y de ritmo lento. Le cuesta entrar en materia y la supuesta comicidad que contiene brilla por su ausencia, no porque la trama no la contenga, sino porque las escenas que debieran plasmarla son de lo más anodinas.
Hasta, por lo menos, la mitad del metraje, la cinta no ha conseguido suscitar en mí ni el más mínimo interés y cuando lo ha conseguido ( en el momento en que Leblanc anuncia su suicidio y decide encararse con el mundo), me he dado cuenta de que otra vez el mordiente y la lucidez del texto se emborronaba y ocultaba bajo una realización que casi parece hecha a desgana sumiéndome en un sopor que, francamente, estoy seguro que la obra de Wenceslao no lo merece.
A pesar del palo que me he llevado pienso buscar la anterior versión que, espero, sea mejor que ésta. Además, mientras la veía, no podía evitar que esta historia se me hiciese conocida, tal vez por alguna versión libre hecha en Hollywood o algo así, aunque no consigo recordar de qué película se trata.
De cualquier manera y no es por llevar la contraria a los usuarios que me preceden, yo esta peli no la recomiendo a menos que tengan ganas de dormir. De divertida nada y de reflexiva, que también debería de ser, tampoco. Dulces sueños.