Sin duda con esa frase se resume esta historia de amor en la que Nicolas Cage en el papel de su vida, interpreta a un alcohólico que decide irse a la ciudad de Las Vegas a morir bebiendo, a lo largo del camino contemplamos con desasosiego su actitud hacia un mundo al que ya no pertenece y del que se encuentra muy lejos, su breve estancia en la ciudad del vicio, se convierte en una especie de purgatorio donde su espíritu se libera, se trata de la libertad que te proporciona el no tener ya nada que perder por que ya está todo perdido de antedicho y pasar por encima de todos los convencionalismos que nos encadenan a este mundo, eso sí, siempre pagando religiosamente su tributo al Dios Baco.
La historia de amor con la prostituta, es sincera, sin ningún tipo de superficialidad, como el cariño que le daría una madre a un hijo cuando se hace una herida, de ahí la hermosura de la historia.
Sin duda a cualquier persona con un poco de sangre en las venas le conmoverá esta historia por su brutal sinceridad y falta de pretensiones.
Me encanta la escena en la que Nicolas Cage está sentado en la mesa de un restaurante increíblemente borracho y acabado y su amiga le pide fuego, la estilosa forma que tiene de encenderle la cerilla cuando aparentemente parecía una piltrafa humana con esa penetrante mirada de decisión, es genial, sin duda un personaje que cautiva.