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Voto de Chris Jiménez:
9
Comedia La desintegración de un matrimonio perfecto, tan modélico que resultan insultantes sus vidas tan cómodas como vacías, se produce cuando la esposa, madre y ama de casa perfecta, con una eficaz y oronda sirvienta alemana que completa el cuadro familiar, cae en la cuenta de que desea algo más: recobrar su propia identidad. (FILMAFFINITY)
3 de diciembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El matrimonio es la muerte de la esperanza", señalaba muy acertado el personaje de Tony Roberts en "La Comedia Sexual de una Noche de Vereano", y a fe que no se le discute tras escuchar con atención a Gavin D'Amato relatándonos la que posiblemente sea la historia de desamor más grande jamás contada...

"The War of the Roses", que nada se emparenta con la guerra de igual nombre entre la casa de York y la de Lancaster a finales del siglo XV (y cuyo final es infinitamente más sangriento y amargo), fue la primera novela escrita en 1.981 por el eminente reportero, corresponsal y prolífico autor Warren Adler, y supone un ataque sin concesiones y a la yugular a la sagrada institución del matrimonio tan legitimada por las bases del "American way of life" en la era presidencial de Reagan: el marido y la esposa sosteniendo el pilar de una familia pura, educada y políticamente correcta. Y si además se le añadía una tremenda relación amorosa detrás pues mejor.
Sin embargo no todo tenía por qué ser así. El ejemplo de Jonathan y Barbara Rose constituye la apostasía más radical de esa absurda creencia...y es que las cenas a la luz de las velas, las caricias, el "sí, quiero", la paternidad y el mantenimiento de la unidad bajo el mismo techo a veces no entraña felicidad alguna, a veces esos años de juventud, un bonito sueño cargado de promesas, no eran más que la crónica de una muerte anunciada. Lo que fue amor ya no lo es, y en vista de este vacío el ser humano tiende a marcar su territorio y a mimetizarse con él dejando los sentimientos abandonados en algún rincón oscuro; sólo queda la avidez por lo material.

El muy inteligente Danny DeVito decidió llevar al cine la agria novela de Adler reuniendo al dúo Michael Douglas/Kathleen Turner, con el cual ya había colaborado y tan infalible había demostrado ser como reclamo en taquilla en la aventuresca "Tras el Corazón Verde" y su secuela; sin duda este pequeño actor y cineasta fue el indicado para plasmar en imágenes el texto con todo el sutil e incisivo humor negro que le caracterizaba (y al que tan buen uso dio en "Ruthless People" o en su debut a la dirección "Tira a Mamá del Tren"), partiendo del guión del televisivo Michael Leeson.
Tan inteligente es DeVito que se reserva un gran personaje, el del abogado y amigo del protagonista, Gavin (muy distinto a como es en el libro), haciendo las veces de narrador, cáustico consejero y trobador de esta gran epopeya de desamor cual Bill Cole en "Los Blandings ya tienen Casa": "Si un hombre que cobra 450 dólares la hora quiere contarle algo gratis...le interesa escuchar", y vaya si nos interesa, al igual que el anónimo cliente, en cuya piel nos ponemos. En efecto Oliver (que no Jonathan) y Barbara (nombre a la altura de su personaje) son los héroes de la historia, dos jóvenes desconocidos y llenos de vitalidad que acaban enamorándose perdidamente en un precioso escenario lluvioso de Nantucket.

Homólogos algo más crecidos de los Oliver y Jenny de "Love Story" o de los Kinichi y Akiko de "Besos"; una conversación improvisada, un beso de despedida y una escena de cama bañada por la luz de una preciosa puesta de Sol a través del ventanal: el director esboza un bonito inicio que despide aroma de cine romántico clásico y empalagoso, pero su D'Amato nos baja de las nubes de un plumazo mientras los protagonistas siguen en ellas con la cortante "Suena a cuento de hadas, ¿verdad?...y lo fue". Sólo llevamos un cuarto de hora y sí, demasiado perfecto estaba siendo todo, señal inequívoca de un drástico giro de acontecimientos.
Hacen su entrada, entonces, los enemigos naturales del amor romántico e ideal: la ambición, el ansia de poder y la ascensión social. La incomodidad, lenta pero invasiva, empieza a viciar la atmósfera, las miradas cortan el aire como estrellas shuriken, la calidez del hogar se está congelando, los dos preciosos niños son bolas de sebo y los rostros de los casados revelan ya sus primeras arrugas de insatisfacción. Aun mudándose todos a un nuevo escenario donde proseguir con el idilio familiar, Leeson y DeVito no permiten el menor atisbo de una auténtica felicidad, habida cuenta de que todo lo relacionado con la época dichosa de Oliver y Barbara se ha despachado en poco más de 20 minutos.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Puede que ni siquiera Nicholson y Duvall llegasen al grado de mala uva y locura al que sucumben unos soberbios Michael Douglas y Kathleen Turner, de algún modo repitiendo (mucho más locos y enervantes) a los Dan y Matty de "Atracción Fatal" y "Fuego en el Cuerpo". DeVito les secunda con su particular sentido del humor y así Marianne Sägebrecht, Heather Fairfield, un Sean Astin aún imberbe y un también joven Dan Castellaneta atendiendo en silencio a este crudo relato de bajas pasiones, ambigüedad moral y ácido humor que arrasaría la taquilla a finales de aquel 1.989 y que dejó momentos realmente memorables dentro de la comedia negra de la época presagiando así el género en los siguientes años '90.
Momentos como esa antológica y amarguísima conclusión que es en realidad una versión torcida de la de "Duelo al Sol", y es que DeVito no tiene a bien brindar un gesto de redención final como el que tuvieron Lewton y Pearl. Maldad pura, señores. ¿Y la moraleja, aparte de que los amantes de los perros no deben casarse con los amantes de los gatos? No se sabe.

Quizás Barbara debió proponer aquel famoso remedio para la ruptura del matrimonio que Alice lanzó a Bill al final de "Eyes Wide Shut": "follar".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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