De vez en cuando se da un fenómeno en el panorama cinematográfico: la aparición de una corriente surgida de las tripas de algún país con poca repercusión internacional cuya misión es derribar los convencionalismos en los cuales se ha apoyado un género concreto o abordar temáticas que por su controversia el cine comercial jamás se ha atrevido a explorar.

Pues esto ocurriría desde finales de los '90 en adelante en el país francófono, donde una oleada de directores dispuestos a tergiversar los códigos de dicho cine marcaría tendencia y crearía escuela. A esta "nouvelle vague" contemporánea se la bautizó New French Extremity. Entre sus elementos cabe destacar su crudeza, nivel de violencia, mirada implacable y mordaz de la condición humana y el atacar a los géneros tradicionales, y cuyos principales representantes podrían ser Philippe Grandieux, Pascal Laugier, Gaspar Noé y el mismo Alexandre Aja, quien ya fue laureado en Cannes por su trabajo "Over the Rainbow"...
Pero que habría de esperar seis años para lograr el reconocimiento fuera de su tierra gala, y de eso sería culpable un proyecto creado junto a su inseparable guionista Grégory Lavasseur, que pretendía dar un nuevo enfoque a los más notables códigos del terror y ante todo del subgénero "slasher", proyecto que entraría en polémica al estar su historia misteriosamente muy influenciada por la de "Intensity", libro escrito por el genio del suspense y horror Dean R. Koontz (el cual contó además con su propia adaptación en 1.997 (en formato miniserie) de la mano de Yves Simoneau).

Así pues el film sigue de cerca los pasos de la novela, pero cambiando a las Chyna y Laura originales por Marie y Alex (unión de Laura y Ariel), dos amigas que planean quedarse en el hogar familiar de ésta última para estudiar...y cuyos planes se verán frustrados tras cometerse un suceso terrible. A un prólogo desconcertante y de trazos oníricos que con insinuaciones constituirá una pieza clave para los futuros desvelos del argumento sigue la concisa presentación de las protagonistas, cuya relación despierta ambigüedad (sobre todo por parte de Marie).
Deberíamos mantenernos a la espera pues aún nos hallamos en el inicio de la historia, sin embargo Aja introduce un elemento extraño, disparador de la incertidumbre y el miedo, en forma de despiadado psicópata que al compás de los maíces mecidos por el viento se entretiene dándose placer oral con la cabeza cortada de una chica. Se trata de una aparición nauseabunda e inesperada que sirve al director para establecer el tono que tendrá su película. En efecto un tono áspero y de colores vivos que conforma una ambientación viscosa, sombría, cuajada de suciedad y en constante supuración de líquidos de sudor, sangre y fluidos que mucho debe a la que casi tres décadas antes imprimía Tobe Hooper a "La Matanza de Texas".

Pero esta efectiva intromisión resulta ser un arma de doble filo, ya que pondrá sobre aviso al espectador y se carecerá del factor sorpresa cuando dicho psicópata invada la casa de Alex desatando un caos de muerte y pánico que impacta por la brutalidad de sus imágenes y por su atrevimiento a mostrar muy de cerca el acto criminal, en aberrantes primeros planos; una invasión que entraña una gran sospecha, y es que esté planteada como un duelo mítico entre Marie y el asesino, dos intrusos en el hogar de Alex que desde las tinieblas ejecutan sus acciones (uno que mata, otro que observa cual voyeur, sin inmiscuirse en la matanza), que nunca se cruzan pero siempre están a punto de rozarse en el espacio.
Tras la masacre llega la persecución entre ambos protagonistas, cuyo destino es cruzarse, aunque más que a una persecución física asistimos a una metafísica, pues el duelo entre ambos ya parecía haberse establecido incluso antes del asalto a la casa (quizás a raíz de ese extraño sueño que empieza a dar alguna pista sobre las identidades ocultas...). Hasta este punto, y en concreto todo lo referente a la cacería por carretera, se pone de manifiesto el talento innato que posee Aja para, ayudado del magnífico trabajo de fotografía de Maxime Alexandre y la música de François Eudes, modelar las atmósferas, turbias, enfermizas, angustiantes, que exudan rabia a cada segundo, para dotar de gran tensión (el título del film hace honor a esto) a las situaciones e impregnar esta tensión sudorosa y palpitante a sus personajes.

El resultado es arrollador, ni más ni menos que un puro y duro "survival" de la vieja escuela, en cuyas imágenes resuena el eco del cine de Wes Craven, Joe D'Amato, Lucio Fulci o el mencionado Hooper. Pero como el concepto que se plantean Aja y Lavasseur era el buscar la originalidad más allá del homenaje nos propondrán uno de los giros de guión más desconcertantes y tramposos que se han concebido (detallado en Zona Spoiler), el que llevará la historia a unos terrenos pantanosos que no encontró la aceptación de muchos.
Lejos de eso, no se deben pasar por alto las virtudes de las que goza la película, siendo una de ellas las interpretaciones viscerales de Maïwenn Besco, un Philippe Nahon temible e inquietante y, cómo no, esa colosal Cécile de France que echa abajo el estereotipo de la "scream queen" tan manido dentro del "slasher". Con sus irregularidades y sus enormes agujeros argumentales debido a su giro final, "Alta Tensión" supondría no sólo el encumbramiento de Aja como director de culto en el nuevo siglo, valiéndole una lista de galardones en Sitges, sino que significó el trampolín para que la New French Extremity lograra repercusión a nivel internacional.

En cuanto a Koontz, nunca llegó a presentar ninguna reclamación contra el director para que no le relacionasen con su película, la cual consideraba extremadamente vacía, desagradable e idiota.
Está claro que nunca llueve (en este caso sangre) a gusto de todos...