Media votos
6,4
Votos
2.217
Críticas
2.190
Listas
68
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Chris Jiménez:
10
6,7
23.369
Acción. Ciencia ficción
Tras el holocausto nuclear, la gasolina se ha convertido en un bien escaso y muy codiciado. Mad Max, héroe solitario, inicia una lucha sin cuartel para ayudar a una colonia de supervivientes constantemente atacada por un grupo de violentos guerreros que intenta arrebatarle un tanque de gasolina. Max decide ayudar a los defensores del tanque... (FILMAFFINITY)
5 de junio de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
...al hombre que llamábamos Max. El guerrero Max, que con el tremendo rugido de una máquina lo perdió todo...
"Mad Max II" significó un gran acontecimiento en los albores de mi adolescencia, pues jamás había presenciado un espectáculo cinematográfico similar.
Mi fascinación la llegó a convertir en la película que más veces he visto, y lejos de perder el interés continúa atrapándome como el primer día, como a todos aquellos que tuvieron el placer de disfrutarla en el momento de su estreno. Aunque George Miller reiterase la horrible experiencia que fue, el arrollador éxito de "Mad Max" sorprendió a todos cuando, pese a su violencia y escaso presupuesto, logró arrasar en las taquillas de medio mundo y encabezar el resurgimiento del cine venido de Australia a comienzos de la década de los '80. El reconocimiento y la fama del director, su debut y su protagonista subieron como la espuma y a éste comenzaron a lloverle numerosas ofertas desde los estudios de Hollywood (como adaptar "First Blood").
Sin embargo las rechazaría para, tras acometer un par de proyectos fallidos, seguir, con prácticamente la mitad de su equipo, profundizando en el universo de Max Rockatansky. No obstante su principal idea era la de conseguir distanciar ambas obras hasta el punto de cada una tuviera su propio estilo, desemejanza que se establece desde ese magnífico y evocador prólogo donde un narrador en primera persona nos presenta un planeta sacudido por la crisis del petróleo y una devastadora guerra (aludiendo la Fría sin dar muchos detalles) que ha reducido la Humanidad a cenizas mientras engrandece, de algún modo, el mito del personaje de Max, quien ha enterrado su pasado junto con su familia para convertirse en un superviviente merodeador.
El policía ya es convertido en leyenda, pero Miller se olvida de los recuerdos para transportarnos al corazón de la aventura donde concluía la primera entrega: en la carretera, iniciándose además el desafío entre Wez y Max, presente durante toda la trama. El frenesí se detiene por un tiempo para que el Capitán del Gyro lleve al protagonista hasta la refinería de petróleo que será el escenario principal de la película. Toda la acción consiguiente se filma entonces desde lejos, permitiéndonos observar a través de unos prismáticos (como al comienzo de "Mad Max") sin poder involucrarnos, lo que acrecienta la sensación de angustia y subraya el carácter de anti-héroe de Max, que adopta el papel de intermediario en esa batalla entre los habitantes de la refinería y los secuaces del Humungus.
Una perfecta representación del Bien y el Mal (los primeros usando uniformes blancos, los otros ataviados con ropajes de cuero negro), por conseguir el preciado combustible. Porque aunque Max recupere cierta humanidad gracias al personaje del niño (sustitutivo del que perdió), jamás dejará de ser un solitario en duelo, un melancólico amargo en eterno deambular que culpa al mundo entero y a sí mismo de la muerte de su mujer y su hijo; no acude al rescate de esas pobres gentes, él actúa en base a su propio interés ("...he venido sólo por la gasolina"). Intercambio de bienes como única relación civilizada frente a la actitud salvaje que el ser humano ha tenido que adoptar para sobrevivir en una tierra embrutecida.
Expresado literalmente en la relación entre Max y el perro o en el personaje del niño, tratado en varias ocasiones como un animal. Ateniéndose a los cánones más tradicionales del "western" y las aventuras de Walsh y Ford, Miller construye una de ritmo trepidante en cuya desquiciada atmósfera de violencia, que será expuesta de forma áspera y cruda, adquiere un significado más allá del mero efectismo; pero a pesar de toda esta brutalidad presente, acompañada de la nostalgia por un pasado mejor, también se aboga por la esperanza, por hallar un camino hacia la salvación...en el que, por supuesto, no hay sitio para Max, quien en última instancia toma parte en la lucha final por venganza, el único motivo que, al igual que Wez (cada uno imagen especular o proyección del otro), le empuja a actuar.
Los constantes enfrentamientos entre ambos bandos, con el protagonista mediando entre ellos, derivarán en un último tramo lógico que será la esperada batalla sobre la autopista, donde Miller bombardea nuestros sentidos con un encarnizado y contundente espectáculo que nos sacude hasta en las mismísimas entrañas, dejándonos exhaustos al final del camino, por lo que la obvia linealidad argumental planteada no afecta en conjunto a la película, que suple sus carencias narrativas con un poder visual del todo arrollador y unas maravillosas virtudes técnicas (que detallaré en Zona Spoiler).
Adoptando la fuerza y la tendencia al mutismo de los clásicos antihéroes del cine (sobre todo los del "western"), Mel Gibson se muestra implacable en la piel de un Max Rockatansky que, al volante de su Ford Falcon, se lanza a la carretera con el único objetivo de sofocar su odio, mitigar su rabia y tocar el fondo de su propia violencia para finalmente resurgir de las cenizas y el duelo; la iconografía y el carácter del personaje alcanzarían aquí su culminación. A su sombra destacan unos buenos secundarios como ese enloquecido Vernon Wells, un sueco Kjell Nilsson transformado en uno de los villanos más aterradores del cine, un Bruce Spence que hace las veces de contrapunto cómico y el pequeño Emil Minty como el niño salvaje.
Fábula épica que cabalga a medio camino entre un "western" sádico y degenerado y un futuro apocalíptico de aberrante imaginería cercana a la del cómic, y sin los típicos clichés de Hollywood (ni romances innecesarios ni muertes grandiosas). La influencia de "Mad Max II" se dejaría sentir tanto en el universo cinematográfico, donde supuso una auténtica revolución, como en la ficción en general, trascendiendo su mitología el paso del tiempo y de las generaciones...
¿Y qué fue del Guerrero de la Carretera? Aquella fue la última vez que le vimos...
ahora solamente vive en nuestros recuerdos...
"Mad Max II" significó un gran acontecimiento en los albores de mi adolescencia, pues jamás había presenciado un espectáculo cinematográfico similar.
Mi fascinación la llegó a convertir en la película que más veces he visto, y lejos de perder el interés continúa atrapándome como el primer día, como a todos aquellos que tuvieron el placer de disfrutarla en el momento de su estreno. Aunque George Miller reiterase la horrible experiencia que fue, el arrollador éxito de "Mad Max" sorprendió a todos cuando, pese a su violencia y escaso presupuesto, logró arrasar en las taquillas de medio mundo y encabezar el resurgimiento del cine venido de Australia a comienzos de la década de los '80. El reconocimiento y la fama del director, su debut y su protagonista subieron como la espuma y a éste comenzaron a lloverle numerosas ofertas desde los estudios de Hollywood (como adaptar "First Blood").
Sin embargo las rechazaría para, tras acometer un par de proyectos fallidos, seguir, con prácticamente la mitad de su equipo, profundizando en el universo de Max Rockatansky. No obstante su principal idea era la de conseguir distanciar ambas obras hasta el punto de cada una tuviera su propio estilo, desemejanza que se establece desde ese magnífico y evocador prólogo donde un narrador en primera persona nos presenta un planeta sacudido por la crisis del petróleo y una devastadora guerra (aludiendo la Fría sin dar muchos detalles) que ha reducido la Humanidad a cenizas mientras engrandece, de algún modo, el mito del personaje de Max, quien ha enterrado su pasado junto con su familia para convertirse en un superviviente merodeador.
El policía ya es convertido en leyenda, pero Miller se olvida de los recuerdos para transportarnos al corazón de la aventura donde concluía la primera entrega: en la carretera, iniciándose además el desafío entre Wez y Max, presente durante toda la trama. El frenesí se detiene por un tiempo para que el Capitán del Gyro lleve al protagonista hasta la refinería de petróleo que será el escenario principal de la película. Toda la acción consiguiente se filma entonces desde lejos, permitiéndonos observar a través de unos prismáticos (como al comienzo de "Mad Max") sin poder involucrarnos, lo que acrecienta la sensación de angustia y subraya el carácter de anti-héroe de Max, que adopta el papel de intermediario en esa batalla entre los habitantes de la refinería y los secuaces del Humungus.
Una perfecta representación del Bien y el Mal (los primeros usando uniformes blancos, los otros ataviados con ropajes de cuero negro), por conseguir el preciado combustible. Porque aunque Max recupere cierta humanidad gracias al personaje del niño (sustitutivo del que perdió), jamás dejará de ser un solitario en duelo, un melancólico amargo en eterno deambular que culpa al mundo entero y a sí mismo de la muerte de su mujer y su hijo; no acude al rescate de esas pobres gentes, él actúa en base a su propio interés ("...he venido sólo por la gasolina"). Intercambio de bienes como única relación civilizada frente a la actitud salvaje que el ser humano ha tenido que adoptar para sobrevivir en una tierra embrutecida.
Expresado literalmente en la relación entre Max y el perro o en el personaje del niño, tratado en varias ocasiones como un animal. Ateniéndose a los cánones más tradicionales del "western" y las aventuras de Walsh y Ford, Miller construye una de ritmo trepidante en cuya desquiciada atmósfera de violencia, que será expuesta de forma áspera y cruda, adquiere un significado más allá del mero efectismo; pero a pesar de toda esta brutalidad presente, acompañada de la nostalgia por un pasado mejor, también se aboga por la esperanza, por hallar un camino hacia la salvación...en el que, por supuesto, no hay sitio para Max, quien en última instancia toma parte en la lucha final por venganza, el único motivo que, al igual que Wez (cada uno imagen especular o proyección del otro), le empuja a actuar.
Los constantes enfrentamientos entre ambos bandos, con el protagonista mediando entre ellos, derivarán en un último tramo lógico que será la esperada batalla sobre la autopista, donde Miller bombardea nuestros sentidos con un encarnizado y contundente espectáculo que nos sacude hasta en las mismísimas entrañas, dejándonos exhaustos al final del camino, por lo que la obvia linealidad argumental planteada no afecta en conjunto a la película, que suple sus carencias narrativas con un poder visual del todo arrollador y unas maravillosas virtudes técnicas (que detallaré en Zona Spoiler).
Adoptando la fuerza y la tendencia al mutismo de los clásicos antihéroes del cine (sobre todo los del "western"), Mel Gibson se muestra implacable en la piel de un Max Rockatansky que, al volante de su Ford Falcon, se lanza a la carretera con el único objetivo de sofocar su odio, mitigar su rabia y tocar el fondo de su propia violencia para finalmente resurgir de las cenizas y el duelo; la iconografía y el carácter del personaje alcanzarían aquí su culminación. A su sombra destacan unos buenos secundarios como ese enloquecido Vernon Wells, un sueco Kjell Nilsson transformado en uno de los villanos más aterradores del cine, un Bruce Spence que hace las veces de contrapunto cómico y el pequeño Emil Minty como el niño salvaje.
Fábula épica que cabalga a medio camino entre un "western" sádico y degenerado y un futuro apocalíptico de aberrante imaginería cercana a la del cómic, y sin los típicos clichés de Hollywood (ni romances innecesarios ni muertes grandiosas). La influencia de "Mad Max II" se dejaría sentir tanto en el universo cinematográfico, donde supuso una auténtica revolución, como en la ficción en general, trascendiendo su mitología el paso del tiempo y de las generaciones...
¿Y qué fue del Guerrero de la Carretera? Aquella fue la última vez que le vimos...
ahora solamente vive en nuestros recuerdos...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Aunque "Mad Max II" se acoja a los patrones narrativos más simples, respetando en todo momento la linealidad argumental, esto será, más que un hándicap, un aspecto necesario, pues no es en la complejidad de la trama donde radica el mayor atractivo de esta obra, sino en su poder visual.
La puesta en escena de George Miller es sin duda una de sus mayores virtudes, quien desde el mismísimo principio (con la persecución entre Max y los hombres de Wez) coloca su cámara en el centro de la acción para captar toda su intensidad, abogando por el efectismo sin olvidarse de la sensación de realidad, de ahí que la violencia expuesta resulte impactante y la mayoría de veces incómoda. Para el cineasta, como Peckinpah, Fuller o Leone, la violencia forma parte de los instintos básicos del ser humano, y se ha de servir de ella para asegurar su supervivencia.
Dado que éste es uno de los motivos centrales de "Mad Max II", el objetivo de Miller es filmar dicha violencia desde un punto de vista verosímil, reparando en su crudeza, en su primitiva brutalidad, sin concesiones al dramatismo ni al melodrama (al contrario de como sucedía en la primera "Mad Max"); en este sentido la película es feroz y áspera, tanto como los personajes de trazo grueso que la habitan, seres humanos adaptados a una violencia y sadismo omnipresentes que se han visto abocados a su propia deshumanización.
El montaje de Michael Balson, David Stiven y Tim Wellburn confiere a la acción la adrenalina por la que apuesta Miller, asegurando un espectáculo de ritmo vibrante y fuerza arrolladora (recurriendo a menudo a la cámara rápida para aumentar la sensación de velocidad), lo que termina de rematar la música de Brian May, quien aporta a cada movimiento una partitura estridente, de gran intensidad, para subrayar la agresividad de la imagen; el conjunto es de una precisión milimétrica (esto quedará bien patente en el último acto de la película). Por su parte, Dean Semler se dedica a capturar la dura belleza del desértico paisaje australiano jugando con el contraste y la luz para obtener una sensación de fluidez y realismo únicos.
El director, apoyado en esta magnífica fotografía, que en muchas ocasiones tiende a un negro absoluto que se come casi todo el espacio de los planos, y sirviéndose de los elementos naturales del entorno (el viento, el polvo, la luz solar), consigue crear una atmósfera angustiosa, gobernada por un calor sofocante, que provoca una sensación de malestar y desaliento (profundamente unida a la abrasiva violencia de las imágenes) en el espectador, quien acaba impregnado con los múltiples olores que flotan en el ambiente: el olor de la tierra, de la sangre, del sudor, del combustible, del motor de los vehículos...
Otro de los puntos clave del film es su estética, en la que un futuro post-nuclear y un pasado mitológico colapsan en un aberrante y extraño imaginario cercano al del cómic, pero usando también elementos que traigan reminiscencias del "viejo mundo" para dar sensación de realismo (el uniforme militar de Curmudgeon, el del Capitán del Gyro, los símbolos nazis); esta estética servirá además para marcar la diferencia entre los buenos (de aspecto humilde, "civilizado", con sus soldados vistiendo uniformes blancos) y los villanos (quienes con su estilo "punk", el cuero negro y los accesorios sadomasoquistas recalcan su carácter feroz y salvaje).
Todos estos elementos, perfectamente cohesionados por Miller, hacen de "Mad Max II" una experiencia visual sin parangón, fascinante, visceral, ensoñadora y atrapante; en un abrir y cerrar de ojos nos vemos inmersos en su inclasificable universo, donde la violencia queda elevada a la más pura y bella forma de expresión artística.
La puesta en escena de George Miller es sin duda una de sus mayores virtudes, quien desde el mismísimo principio (con la persecución entre Max y los hombres de Wez) coloca su cámara en el centro de la acción para captar toda su intensidad, abogando por el efectismo sin olvidarse de la sensación de realidad, de ahí que la violencia expuesta resulte impactante y la mayoría de veces incómoda. Para el cineasta, como Peckinpah, Fuller o Leone, la violencia forma parte de los instintos básicos del ser humano, y se ha de servir de ella para asegurar su supervivencia.
Dado que éste es uno de los motivos centrales de "Mad Max II", el objetivo de Miller es filmar dicha violencia desde un punto de vista verosímil, reparando en su crudeza, en su primitiva brutalidad, sin concesiones al dramatismo ni al melodrama (al contrario de como sucedía en la primera "Mad Max"); en este sentido la película es feroz y áspera, tanto como los personajes de trazo grueso que la habitan, seres humanos adaptados a una violencia y sadismo omnipresentes que se han visto abocados a su propia deshumanización.
El montaje de Michael Balson, David Stiven y Tim Wellburn confiere a la acción la adrenalina por la que apuesta Miller, asegurando un espectáculo de ritmo vibrante y fuerza arrolladora (recurriendo a menudo a la cámara rápida para aumentar la sensación de velocidad), lo que termina de rematar la música de Brian May, quien aporta a cada movimiento una partitura estridente, de gran intensidad, para subrayar la agresividad de la imagen; el conjunto es de una precisión milimétrica (esto quedará bien patente en el último acto de la película). Por su parte, Dean Semler se dedica a capturar la dura belleza del desértico paisaje australiano jugando con el contraste y la luz para obtener una sensación de fluidez y realismo únicos.
El director, apoyado en esta magnífica fotografía, que en muchas ocasiones tiende a un negro absoluto que se come casi todo el espacio de los planos, y sirviéndose de los elementos naturales del entorno (el viento, el polvo, la luz solar), consigue crear una atmósfera angustiosa, gobernada por un calor sofocante, que provoca una sensación de malestar y desaliento (profundamente unida a la abrasiva violencia de las imágenes) en el espectador, quien acaba impregnado con los múltiples olores que flotan en el ambiente: el olor de la tierra, de la sangre, del sudor, del combustible, del motor de los vehículos...
Otro de los puntos clave del film es su estética, en la que un futuro post-nuclear y un pasado mitológico colapsan en un aberrante y extraño imaginario cercano al del cómic, pero usando también elementos que traigan reminiscencias del "viejo mundo" para dar sensación de realismo (el uniforme militar de Curmudgeon, el del Capitán del Gyro, los símbolos nazis); esta estética servirá además para marcar la diferencia entre los buenos (de aspecto humilde, "civilizado", con sus soldados vistiendo uniformes blancos) y los villanos (quienes con su estilo "punk", el cuero negro y los accesorios sadomasoquistas recalcan su carácter feroz y salvaje).
Todos estos elementos, perfectamente cohesionados por Miller, hacen de "Mad Max II" una experiencia visual sin parangón, fascinante, visceral, ensoñadora y atrapante; en un abrir y cerrar de ojos nos vemos inmersos en su inclasificable universo, donde la violencia queda elevada a la más pura y bella forma de expresión artística.