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Voto de Chris Jiménez:
4
Terror Judd es el responsable de un hotel situado en medio de los pantanos de Louisiana. Pero no es un hostelero al uso: posee un voraz caimán al que alimenta con una carne muy especial... (FILMAFFINITY)
5 de junio de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de 1.974 un joven de 30 años llamado Tobe Hooper movería Cielo y Tierra en el panorama cinematográfico tras poner en circulación la película que le catapultaría al éxito internacional como uno de los mayores referentes del género de terror de la década.

Aquella obra de bajísimo presupuesto, equipo no profesional y muy controvertida historia tenía por nombre "La Matanza de Texas" y estaría destinada a convertirse en un auténtico clásico, el cual, casi medio siglo después de su estreno, sigue dejando su huella imperecedera en muchos films y directores. El caso es que el sr. Hooper se hizo de oro, y esa fama y oportunidad de libertad creativa la aprovecharía en un nuevo proyecto en el que se iba a embarcar junto a su compañero Kim Henkel, inspirándose una vez más en supuestos sucesos reales: los horribles crímenes perpetrados a finales de los años '30 por Joseph Douglas Ball, veterano de la 1.ª Guerra Mundial natural de Texas que acabó reciclándose en contrabandista para más tarde abrir un bar en cuyo exterior construyó un estanque llenándolo de caimanes (¡!).
La leyenda cuenta que asesinó alrededor de veinte mujeres jóvenes con ayuda de sus mascotas (lo que le valió el sobrenombre de "The Alligator Man") y que acabó suicidándose de un disparo en la cabeza. Oscura leyenda del folklore tejano que serviría al director para zurcir los pliegues de una fábula con los mismos patrones. "Trampa Mortal" comienza con una secuencia memorable (tanto como su frase de entrada, más tarde robada por el incorregible Tarantino para su "Kill Bill") y desagradable cuyo principal objetivo es incomodar al espectador: la joven Clara huye despavorida de las garras de un tipo repugnante para luego ser puesta en la calle por la dueña del burdel en el que se ha metido a trabajar.

Pero como bien dijo Shakespeare: "cuando la desgracia llega nunca viene sola, sino a batallones". Así que el destino de la chica, que no puede llevar la palabra "víctima" escrita más claro en la frente, será terminar en un motel de mala muerte regentado por el psicópata Judd cuya afición es matar a sus clientes y echarlos en un estanque que sirve de refugio para un peligroso cocodrilo africano; este inicio, que indiscutiblemente bebe de "Psicosis" y no lo oculta para nada (cambiando a la oficinista fugada por una muchacha sin hogar ni empleo), ya establece las claves que harán de esta obra una cautivadora, espeluznante y atípica pieza de museo del "slasher".
La abrasiva autenticidad que poseía "La Matanza de Texas" encuentra aquí su reverso más tenebroso y literal, y esa es su principal baza, porque desde su inicio, Hooper disfruta impregnando al film de una atmósfera cargada de tensión que provoca constantemente una sensación de agobio y náusea, y de cuyas viscosas hendiduras brota sudor, suciedad y olor a sangre y sexo sin dejar una vía de escape al espectador ni a los personajes, quienes, con su locura neurótica y sadismo, contribuyen a enrarecer aún más el entorno, que, con ese motel de los horrores tan desvencijado como la desquiciada psique de su propietario, protegido por el frondoso bosque y las pantanosas aguas del lago, y bañado en esa niebla que nunca se disipa y por esas intensas luces que llegan de un indeterminado lugar, crea una imagen perfecta de cuento de terror gótico.

Hooper nos invita sin nuestro permiso a este inframundo de espectros, frustraciones, desolación y excesiva violencia situado en las profundidades de esa Lousiana remota y desconocida, cuyo anfitrión es la bestia que agazapada mora en el estanque, aunque ésta no será peor que los seres humanos que pululan en tierra (ya que sólo se guía por su instinto animal en contraposición a las desviaciones psicóticas que ellos sufren). Entre tanta sangre, miembro cercenado y joven desnuda (burda táctica la que emplea el cineasta en esta ocasión, pues no la necesitó en su anterior film), una investigación de la chica desaparecida se desarrolla en primera instancia.
Investigación que hace regresar así a la historia sobre los pasos de "Psicosis" (si Clara sustituía a Marion ahora el amante es reemplazado por un padre, manteniéndose la hermana), donde tomará parte el sheriff del lugar, uno de los personajes más usados en este tipo de películas, que va y viene sin que sepamos muy bien qué hace (salvo flirtear tontamente con Libby). Aun así es la incoherencia más premeditada lo que domina en el guión de Fast, Rustam y Henkel, repitiéndose situaciones tremendamente surrealistas, incomprensibles y grotescas hasta ese intenso antíclimax que intenta dar lo que promete pero que se queda a mitad de todo.

Tampoco importa mucho que no haya un protagonista concreto (no, no lo hay), repartiéndose el peso del "argumento" entre los muchos personajes que iremos conociendo a base de accidentales y caóticos encuentros, y que sacan a relucir el lado más extravagante y aterrador de los actores con que Hooper tiene el privilegio de contar, como esos fantásticos veteranos Neville Brand, Stuart Whitman, Mel Ferrer o Carolyn Jones (trabajando más mal que bien para poder llevarse un mendrugo de pan a casa), el aterrador y muy joven Robert Englund, previo a su estrellato, o Marilyn Burns, que repite con Hooper tras haberse convertido en la heroína por excelencia del "slasher" gracias a su papel de Sally.
Ni crítica ni público tuvieron la suficiente consideración con el film, condenado al mayor de los ostracismos, y es que tras "La Matanza de Texas" muy díficil lo tenía el cineasta para volver a estrenar una obra de tal calibre. Está claro que no lo quiso hacer porque no era su intención. Aun con sus sinsentidos destila embriagadora esencia de serie "B" (o "Z") setentera por todos sus poros, realmente cautivador en su cutrez; esto es puro "grindhouse", del más sucio, violento, repulsivo y desquiciante.

Un "slasher" que apabulla por su onirismo alucinatorio, pesadillesco y retorcido; para bien o para mal, Hooper siempre sorprende.
Chris Jiménez
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