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Voto de Chris Jiménez:
5
Terror. Fantástico Durante unas horas todos los habitantes de Midwich, un tranquilo pueblo costero, pierden el conocimiento. Poco tiempo después, se produce otro inquietante y extraño fenómeno que parece estar relacionado con aquel desmayo: la mayor parte de las mujeres de Midwich se han quedado embarazadas. El médico de la localidad (Christopher Reeve), cuya mujer también está encinta, y una cientifica (Kirstie Alley), enviada por el gobierno, deciden ... [+]
20 de marzo de 2017
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"A partir de las 10:17 de aquella noche, las informaciones con respecto a Midwich fueron defectuosas. Todos los teléfonos quedaron cortados, el autobús no llegó a Stouch...".
Antes sucedió en la Midwich británica, ahora en la estadounidense.

"El Pueblo de los Malditos" es una joyita que nos dio el cine de terror y ciencia-ficción; con un presupuesto bajo, un rodaje desplazado a terreno inglés y teniendo de base la angustiante novela de John Wyndham "The Midwich Cuckoos", una de sus más celebradas, de nuevo con el distintivo de la ficción apocalíptica, Wolf Rilla paraliza los nervios empleando una eficacia tras la cámara que trasciende el poco dinero empleado en la producción. A John Carpenter esta obra, como muchas otras vistas durante su infancia, le produjo un gran impacto y dejó un poso amargo.
La idea de una nueva versión arde en el ejecutivo Lawrence Bachmann, y Carpenter, por contrato con Universal y para no evidenciar una carencia de ritmo de filmación o una peligrosa falta de ánimos, acepta ponerse al frente de un proyecto a poco meses de haber estrenado la magistral "En la Boca del Miedo" (su última gran película) y donde se va a invertir bastante más que en el original, el cual acaba sufriendo las modificaciones pertinentes que suponen el trasladar la historia a un contexto contemporáneo y (quizás lo que más daño le hace) a un entorno puramente americano.

Midwich transmitía ese sosiego único de los pueblecitos tradicionalmente británicos, el que empleando casi los mismos escenarios donde filmó "La Niebla" décadas atrás esboza Carpenter nos remite a la imaginería de la literatura "kingiana" donde incluso en el lugar más luminoso y cristiano terribles secretos amenazan desde las sombras; la hora es la misma pese a seguir oculto el extraño objeto (un ovni) que sobrevuela el paisaje mencionado por Wyndham, atrasar el desvanecimiento, iniciado muy pronto por Rilla, y cambiarse las caras y los nombres de los personajes.
Porque ahora el profesor Zellaby adquiere el imponente físico de un envejecido Christopher Reeve como el médico Alan, su esposa (antes An) se la quita de en medio el guión rápidamente y la convierte en Jill, cuyo marido Frank es añadido de la nada; de esta forma David, el niño estrella, le pertenece a ella y al protagonista le dan a una niña, Mara. Y como la intervención de los soldados y la Inteligencia Británica, tan propios de la época de la Guerra Fría (cuyo clima de desconfianza alimentan el texto original), no tiene cabida en esa mitad de los '90, en sustitución de Bernard aparece una científica que colabora mano a mano con Alan.

Lo que más diferencia a la obra de Rilla y la de Carpenter es la pretensión del último de nunca intentar ponerse por encima de ella; sabe que está realizando una adaptación de puro homenaje que sirve de escaparate para poner de manifiesto su gusto por la ciencia-ficción clásica y poco más. Esto se traduce en una cierta desgana a la hora de rodar; el primero evocaba el horror gótico de la Hammer (por su parte inglesa) y modelaba atmósferas de influencias expresionistas (por la alemana) a través de los asfixiantes claroscuros de la fotografía de Geoffrey Faithfull. El neoyorkino emplea más despliegue de medios pero menos alarde tras la cámara, y su composición es plana en la mayoría de ocasiones.
Donde antes habían ángulos y encuadres que resaltaban la sensación de horror y desasosiego ahora hay planos frontales y de sencilla facturación, casi televisiva (salvo ciertos instantes de gran potencia onírica), y no ayuda a desarrollar la tensión que envuelve a unos personajes menos ricos e interesantes que los clásicos. Aunque se deja al descubierto el tema extraterrestre (y siempre fue mejor sugerir que mostrar), se mantiene el aspecto cínico, desesperanzador, figurado en los temibles rostros de esos infantes de orígenes desconocidos y poderes psíquicos que encarnan una nueva generación, nada susceptible de convivir con la anterior en armonía.

Sin embargo a esta cuestión de conquista a través del seno del hogar y lo íntimo encontramos una gran falla: el David de Thomas Dekker se diferencia del resto y, cual célula anómala, se separa del eslabón siendo capaz de mostrar emociones, poniendo sobre el tapete una lucha moral y ética sobre lo que significa dominar y destruir a una especie por completo por la supervivencia de otra; por tanto la esperanza está más pronunciada en la versión "carpenteriana". La otra pega es que el elenco infantil de la clásica sí fue bien escogido para producir miedo genuino en el espectador ante la posibilidad de albergarse el Mal en los cuerpos de criaturas "inocentes".
Los niños de Carpenter son muy guapos y poseen cierto aire "cool" que no se va hasta que no les brilla los ojos por medio de las últimas técnicas de efectos visuales...los niños de Rilla te hacían temblar antes de que les brillaran; sus rostros pétreos se exponían grotescos a la luz y a la oscuridad, y sus facciones británicas perfilaban unas líneas muy peculiares, de grima insoportable. Por muy temible que se pretenda Lindsey Haun siempre parecerá una modelo de una agencia californiana en comparación con June Cowell, quien te removía el estómago con un simple movimiento de cejas.

Sabiendo hacia qué conclusión se dirige la historia (el "muro mental") pocas sorpresas aguardan, si bien hay muchos más efectos especiales y violencia, y Reeve, al fin y al cabo, sabe cumplir con decencia el que fue su último papel en el cine antes del terrible accidente del que saldría sin poder andar. A su vera destaca un plantel de viejas glorias para colmar de nostalgia al fan (y porque el gasto era menor).
Michael Paré, Linda Kozlowski y hasta Mark Hamill en un inopinado papel de sacerdote, sin olvidarnos de la siempre acertada presencia de Peter Jason. Obra menor del director, que no defrauda en su función de entretener dentro de sus límites y humildad; pero aun siendo mal recibida por crítica y taquilla, estuvo de más ser nominada a los Razzie...
Chris Jiménez
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